¡El adolescente de hoy tiene DAHEIM!
Pensemos que en realidad el niño de hoy presenta un caso, no atípico sino generalizado,
de DAHEIM, juego de palabras que significa D por hemisferio Derecho, A por
Autónomo, H por Hipersensiblidad, E por Emocional e IM por Inteligencias Múltiples.
4. El efecto triple EEE: Explosivo, Esponja y Espejo
Hoy los niños y niñas son capaces innatamente de detectar las distorsiones entre el
aspecto exterior e interior de los adultos, así como las contradicciones de nuestra
sociedad. En este sentido, los psicólogos observan un triple efecto llamado efecto
EEE, que se da en general en los niños, niñas y jóvenes de hoy:
- El efecto Explosivo (o Detonador)
- El efecto Esponja
- El efecto Espejo
El efecto Explosivo
El efecto Explosivo, también llamado efecto detonador, significa que el niño, en
especial los de la primera y tercera generación, amplifica o hace aflorar un patrón
a cambiar en los adultos que le acompañan. ¡Es decir, que estos niños tienen
tendencia a hacer explotar y sacudir su entorno! Como comentan muchos padres
y docentes: “¡Este niño me saca de quicio!”. Como observa la psicóloga Yaneth
Días del Socorro:
“Son
60
D: El niño de hoy utiliza ampliamente el potencial de su hemisferio Derecho.
A: Es Autónomo, auto-desarrollado y autodidacta.
H: Posee un alto grado de Hipersensibilidad e intuición.
E: Posee una Inteligencia Emocional supra-desarrollada.
IM: Utiliza naturalmente varias de las Inteligencias Múltiples.
niños que definitivamente remueven a las personas que están a su alrededor”.
Si uno no sabe reconocer y manejar correctamente este efecto, puede desencadenar
conflictos recurrentes y los niños y niñas son vistos como niños problema; no es
que sean necios sino que reaccionan a una situación desequilibrada, ya que pueden
detectar naturalmente cualquier falta o mentira, consciente o inconsciente en el
adulto.
En efecto, si no hay congruencia en el entorno inmediato del niño o niña, entre lo
que se dice, se hace, se vive y se piensa, enseguida estos niños lo denunciarán con
su actitud. Son niños que hacen crecer a los adultos en su propio desarrollo personal.
Para eso poseen como antenas/sensores y no soportan, física y emocionalmente, la
discordia y la falta de integridad.
En términos terapéuticos, es similar al proceso de hacer salir a la superficie, es
decir, pasar del subconsciente al consciente. Se trata de aflorar, ubicar todo tipo de
tensiones, traumas y choques anteriores, para liberarse de bloqueos emocionales
presentes y pasados que impiden avanzar. Corresponde a un Efecto Espejo exacerbado.
El efecto Esponja
Significa que el niño y la niña lo absorbe todo, tanto lo bello como lo feo. Por eso
varias madres de familia afirman: “Cuando estoy bien, él está bien. Si estoy triste
o enojada, enseguida se altera mi niño”. Este efecto Esponja precisa, por lo tanto,
de un ambiente emocional estable por parte de los adultos que se encuentran en el
entorno inmediato del niño o niña. Es mejor evitar cualquier tipo de pensamientos
negativos, rabias, rencores, asuntos sin perdonar, obsesiones, entre otros, porque
eso también de alguna manera lo perciben los niños y niñas, y les afecta. Hasta
pueden enfermar por este motivo. Este efecto ocurre también en bebés en gestación
y en recién nacidos, aún con más fuerza, porque el bebé no se puede alejar físicamente
del lugar pesado.
Gaia Medina, madre de dos bebés sensitivos, comenta al respecto:
Esta tarea es especial: consiste en tomar y transmutar las energías psíquicas oscuras
que están contaminando etéreamente a la Tierra y a los seres humanos, desempeñando
el papel de aspiradora sanadora. Es un trabajo tenaz y muy sutil que ellos, en general,
especialmente la segunda generación, aceptaron hacer. Así ayudan a sanar tanto a la
Tierra como a los humanos. Este paso también es decisivo para continuar con los
cambios del planeta y seguir la evolución que a cada quien le corresponde.
Esta limpieza consiste en sanar cada emoción y trauma que se quedó anclado a nivel
celular, así como sanar los lugares sagrados, la Tierra, las aguas y los animales; ayudar
a entes de diferentes niveles. Hay que ayudar a los niños y niñas para que no se vean
afectados demasiado por este efecto Esponja, es decir, enseñarles a protegerse
psíquicamente y a proceder a limpiar su aura regularmente. También hay que cuidar
la cualidad de sus sueños, momentos en los que son más vulnerables y son más
propensos a ataques psíquicos.
(Medina, 2003: cp)
61
Judy Hall, investigadora y autora estadounidense, añade:
La percepción extrasensorial es particularmente potente entre la madre y el bebé.
Cuando estamos en el vientre materno, nuestro instinto nos revela lo que nuestras
madres y los otros miembros de la familia piensan y sienten. En la mayoría de
nosotros, esta facultad desaparece poco tiempo después de nacer. Sin embargo otros
jamás la pierden; estas personas viven confundidas porque, por un lado, está lo que
les dicen que deben aprender y, por otro lado, lo que les transmiten sus impresiones
intuitivas. Algunos optan por anular su percepción extrasensorial o recluirse en su
propio mundo interior y desconfiar de lo que les digan los demás. En cambio, si la
percepción extrasensorial funciona plenamente, la persona se transforma en la pantalla
de un radar que recoge todo lo que se halla a su alrededor. De no existir una barrera
sólida entre el mundo externo y ellos, estas personas se convertirían en esponjas
psíquicas y absorberían los pensamientos y sentimientos del resto. Estos niños
deberían, desde sus primeros años, aprender a proteger su psique para evitar así el
agotamiento. (Hall, 1996:26)
El efecto Espejo
Los psicólogos explican el efecto Espejo como el proceso de reflejar en la persona
que está en frente la imagen de lo que es en este momento. Es decir, que con su
simple presencia, una persona que está en calma, automáticamente, aún si no dice
nada, presenta a las personas de su entorno un espejo donde cada uno se da cuenta
de varias cosas sobre sí mismo y por sí solo. Así que, si hay una situación recurrente
con un niño, una niña o un joven, hay que analizar si ésta viene de uno mismo; es
decir, simplemente preguntarse si el niño, niña o joven no actuaría (a menudo
inconscientemente) como espejo. Gina Vargas es una madre joven que vive en
Calacoto, La Paz, Bolivia. Comenta sobre su hijo Diego de cuatro años:
He aprendido tanto de los niños. Son realmente un mundo diferente. Te hacen ver
tus errores, hacen salir a flote tu parte emocional, descubres que si no te puedes
adaptar a ellos, eso es grave. La gente dice que son niños malcriados, pero no, son
simplemente así. Hay que saber hablar con ellos. Me tocó trabajar mucho sobre mí
misma. Me di cuenta que mi hijo lo ve todo de su entorno, lo capta todo, lo percibe
todo. Es sumamente tierno. Cuando estoy bien, él está bien también. Cuando estoy
mal, se altera enseguida. Hay que apoyar a los papás. A mí me gustaría tener acceso
a una escuela de padres o algo así. ¡Reconozco que lo necesito tremendamente! No
tenemos que cerrarnos y debemos mantener un buen equilibrio emocional personal.
Todo está cambiando, el método antiguo definitivamente ya no funciona. (Vargas, 2006:cp)
5. Recomendaciones de profesionales
Todos los niños son extraordinarios, ¡nosotros también! y todos, absolutamente
todos, necesitamos un trato especial basado en el amor: dar y recibir amor de los
demás, así como amarse y honrarse a sí mismo. La siguiente lista32 proporciona
algunos parámetros para convivir armoniosamente con sus hijos e hijas.
1. Alentemos al niño o niña, fortalezcamos siempre su autoestima. Mostrémosles
reconocimiento constantemente de manera afectiva, con abrazos y apreciación
verbal o miradas afectuosas (tanto por parte de los padres como de los
maestros).
2. Dejemos que hagan las cosas por sí mismos (aún requiere más tiempo, por
ejemplo vestirse…). Dejemos que exploren solos (dentro de los parámetros
de seguridad necesarios, obviamente). En general son excelentes autodidactas.
Como los niños y niñas de hoy tienen tendencias a la autorrealización y son
autodidactas, conviene que les dejemos que hagan las cosas por sí mismos
desde temprana edad.
3. Evitemos tanto los castigos como las recompensas. Nunca recurramos a los
castigos físicos ni a los gritos. Exijamos a la escuela de nuestros hijos que no
se utilicen castigos físicos y/o emocionales (además es ilegal). Los castigos
y humillaciones pueden desencadenar graves bloqueos de aprendizaje, traumas
emocionales, pérdida de autoestima, síndrome de descalificación parental,
trastorno de ansiedad generalizada, depresión infantil e intento de suicidio en
jóvenes. Dejemos que vean por ellos mismos las consecuencias naturales de
sus actos (nuevamente dentro de los parámetros de seguridad necesarios).
Hay que entender que el castigo simplemente no funciona con ellos y ellas.
Busquemos alternativas, sin dejar de ser firmes respecto a las reglas tanto del
jardín infantil y de la escuela como del hogar, pero sin gritos y con naturalidad.
4. Seamos firmes, pero no dominantes ni autoritarios. Construyamos con ellos
una relación de amigos y acompañantes en el camino de la vida, no actuando
de jefes. Entendamos que reñir no es educar. Entendamos que hay momentos
en que hay que ser permisivos y hay momentos que en que no hay que ser
permisivos. Tengamos la sabiduría y el entendimiento de cuándo sí y cuándo
no. De ninguna manera alzar la voz o recurrir a la violencia y a las amenazas.
Esto último demuestra una disfuncionalidad en el propio adulto, pues tiene
que acudir a estos recursos basados en el temor y en una conciencia limitada.
5. Respetémosles, seamos muy honestos con ellos. Aceptemos nuestras
limitaciones, tanto las del niño, como las del padre, madre, docente o profesional
que se interrelaciona con ellos.
6. A través del ejemplo, enseñémosles el respeto por los demás y por uno mismo.
7. Dediquemos un tiempo de calidad para estar juntos, escuchémosles.
8. Todas las cosas hagámoslas con él o con ella en cooperación, no por obligación.
No entremos en la lucha de poder (¡A ver! ¿Quién manda aquí?). Una niña de seis años una vez dijo a su mamá: “¿Límites, qué es eso? Si la vida no tiene límites… el amor
tampoco” (Ecuador, 2004:cp). Esta clase de educación funciona bien si la practicamos desde que el niño o la niña es muy chiquito. En caso
de niños y jóvenes mayores que ya han perdido su facultad de autodisciplina, optar por una educación de
transición un poco más firme (sin dejar de ser cariñosa) y poco a poco proveer el espacio necesario y el
entendimiento para la autodisciplina.
Tener un poco de paciencia. Ningún proceso es irreversible y nunca es
tarde para hacer bien las cosas.
conflictos, no insistamos. Dar sermones es una absoluta pérdida de tiempo.
Cuando yo tengo una idea A, y el niño tiene una idea B, buscamos una solución
C, D o E, conjuntamente y de forma madura. Siempre hay una infinidad de
soluciones.
9. Respetemos los espacios de tiempo en los que él quiere estar solo, respetemos
su privacidad. Respetemos sus momentos de soledad y sus momentos de
interacción.
10. No cedamos al primer impulso agresivo, tranquilicémonos y démonos unos
minutos para pensarlo. Si no podemos manejar una situación, no dudemos en
pedir ayuda a un profesional de confianza. Pedir ayuda al mismo niño o joven
o a su hermano, también resulta muy positivo.
11. No los sobreprotejamos, ni física ni emocionalmente. Tampoco los abriguemos
en exceso. Es decir, no estar sobre ellos constantemente de manera posesiva
o sobreprotectora, especialmente cuando se trata de comer. Respetemos el
espacio propio del niño o niña y su biorritmo.
12. Estimulemos la independencia y la responsabilidad, no temamos que ellos se
independicen, al contrario, nos lo van a agradecer y nos van a valorar por eso.
13. Intentemos mantener la calma, tranquilidad, seguridad interior en todo
momento. Nuestros niños y niñas lo perciben todo.
14. No exijamos siempre. Cuando exijamos algo, que sea razonable y fundamentado.
No se trata de limitar, sino de elevar los estándares de vida y los
tratos mutuos. Se trata de niños y niñas que vienen a romper los límites, así
que difícilmente nos pueden entender si les exigimos o imponemos límites.
Vienen a enseñarnos precisamente que no hay límites y que todo es posible
con la intención pura y el amor. Por eso nos entienden y colaboran sólo si
hablamos de elevar el estándar de vida con amor, respeto, conciencia, madurez,
búsqueda de un nivel de vida más elevado espiritualmente. Acordémonos de
que ellos reaccionan al instante a la falta de amor. Así que su educación está
basada en la autodisciplina, la autoconciencia de la necesidad del otro y de
la vida comunitaria familiar o escolar.
15. Nada de favoritismos ni de comparaciones, ni para peor ni para mejor.
16. Cuidemos nuestro tono de voz. El grito nos hace perder autoridad y respeto.
En caso de que nos descontrolemos, lo reconocemos, nos disculpamos y
pasamos al siguiente paso. Nada de gritos, nada de pegar, nada de perder el
control. En ninguna circunstancia. Nos hace perder la dignidad. ¡El que pierde
la calma, pierde!
17. No dramaticemos las situaciones, seamos naturales y espontáneos.
18. Divirtámonos juntos. Al final estamos aquí unos con otros para disfrutar y
crecer juntos.
19. No les hablemos; hablemos con ellos.
20. La dulzura atrae la dulzura; el mal genio atrae el mal genio.
21. Eduquemos con el ejemplo. Acordémonos: el niño o la niña hará lo que
nosotros hagamos, aún si no decimos nada; y el niño o la niña no hará
necesariamente lo que le digamos, si nosotros no lo hacemos.
22. No escondamos los conflictos familiares a nuestros niños. Hablémosles de
manera clara, tranquila y transparente, sin odio ni enfado hacia una tercera
persona. Ellos lo entenderán y lo agradecerán.
En general, debemos:
- Darles tareas lúdicas.
- Incentivar la actividad física y permitir que aprendan con movimientos,
especialmente cuando son pequeños. Proveer un contacto diario con la
naturaleza.
- Ofrecerles la posibilidad de escoger, y/o dejar que el mismo niño encuentre
su propia solución (y aceptarla).
- Darles responsabilidades.
- Explicarles todo, con mucha honestidad.
- Brindarles siempre cortesía y respeto. De ser así, usted recibirá cortesía y
respeto; ellos le entenderán y aprobarán.
- Proporcionarles ambientes que tengan centros de actividades (por ejemplo el
rincón de la pintura, donde puedan pintar libremente y sin temor de ensuciarse),
donde puedan tocar, armar, dibujar, coleccionar. Es decir, crear espacios que
ayuden al orden (interior y exterior) y a la autodisciplina.
La cuestión está en
el ambiente, el entorno, en el abordaje de las relaciones y en nosotros mismos
(los adultos).
- Recordar que el cambio siempre comienza con uno mismo.
Todos los niños y niñas, así como los adultos, necesitamos un trato especial
basado en el amor.
FUENTE: Pedagogía 3000
.