martes, 19 de abril de 2016

Sociología Rural. 5to. año - Relación urbano - rural

17/12/13
Relación urbano-rural
La concepción tradicional que distinguía claramente entre mundo rural y mundo urbano está siendo revisada, a la luz de un sistema regional, nacional e internacional interrelacionado económica, social, cultural y ambientalmente.  
Hasta hace poco, y todavía en bastante medida, lo rural se consideraba como lo “no urbano” y se medía en relación con la densidad de población, la especialización sectorial, determinadas pautas culturales, modos de vida, tamaño poblacional o condiciones administrativas. Estas definiciones son limitadas, y desconocen tanto la naturaleza del territorio como la importancia de las interacciones rural-urbano. Además, presuponen una homogeneidad de situaciones tanto entre las unidades territoriales urbanas como entre las rurales que, en muchos casos, está muy lejos de la realidad. Por otra parte, la revolución de los transportes y las telecomunicaciones ha originado una nueva concepción del espacio y ha venido a reinterpretar conceptos como límite y frontera, que pasan de ser considerados espacios de separación, a ser espacios de unión de ambas realidades. 

De un tiempo a esta parte, además, ha emergido la noción de ventaja competitiva del territorio, entendida como la necesidad de aprovechar las capacidades e identidad de un territorio determinado, a la hora de mejorar su posicionamiento en el marco global. Es otra razón añadida para defender un concepto de territorio que supere los actuales límites geográficos y administrativos que lo han delimitado tradicionalmente, y haga aflorar nuevas oportunidades. 
La concepción tradicional de los flujos entre el mundo rural y el urbano cataloga a la ciudad como una gran consumidora de recursos en sentido amplio, (alimentos, energía, agua, espacio, materia gris…) y una enorme generadora de residuos (residuos sólidos urbanos, residuos industriales, aguas negras y grises, contaminación de diferentes tipos, demanda de CO2…).
Evidentemente, esta concepción muestra un notable desequilibrio entre ambos tipos de áreas que es importante cambiar considerando la existencia de diferentes relaciones de interdependencia debidas al intercambio de actividades económicas y a las conexiones entre zonas rurales y urbanas. Es necesario promover las sinergias entre el desarrollo integrado de ambos territorios, más que continuar considerándolos como sectores autónomos y en desigualdad de condiciones. En otras palabras, es necesario fomentar la capacidad de retención y atracción de recursos estratégicos como factor de éxito en la construcción de ventajas competitivas para el mundo rural.
Se trataría de sustituir la separación tradicional entre el campo y la ciudad por un escenario de profunda imbricación territorial de ambos, que permitiera abordar el reto común de construir territorios inteligentes e interrelacionados, donde la eficiencia, la competitividad y la equidad se aúnen con los criterios de sostenibilidad. 
Hoy hay una búsqueda de las singularidades y especificidades que conforman los valores y la cultura tradicionales del mundo rural y también del urbano. Muchos de los valores y atributos del mundo rural son identificados dentro del imaginario colectivo como auténticos. A ello se unen una serie de intangibles que se asocian idealmente a las áreas rurales, como la mayor calidad de vida, la tranquilidad, la menor contaminación, la amabilidad de sus gentes, las tradiciones y simbolismos, el patrimonio construido, etnográfico o cultural existente, la posibilidad de otros ritmos temporales, la dimensión de cercanía, etc. 
Desde hace un tiempo, se viene produciendo un proceso de mercantilización (commoditization) de las áreas rurales, que empiezan a ser demandadas como un elemento clave de consumo social. Este cambio introduce importantes desafíos para las mismas, ya que las obliga a una nueva organización del sistema productivo y social, y a pasar de una economía basada en la producción material a una economía que incluya la sostenibilidad; la gestión del conocimiento y los servicios; y la creatividad.  Sería oportuno, en ese sentido, desarrollar la ruralidad como un escenario de servicios ambientales, sociales, culturales, institucionales y económicos que conecta, de forma equilibrada y sostenible, a los actores sociales y al territorio con los sistemas urbanos y con los naturales.
Por su parte, las ciudades se pueden constituir en lugares de paso o en mercados finales para los productores de un territorio rural. Asimismo pueden ofrecer bienes y servicios al mundo rural o constituirse en un demandante de mano de obra proveniente del territorio. La existencia de una ciudad en el territorio, confiere a éste una ventaja comparativa respecto a otros territorios rurales que no cuentan con un núcleo urbano: la presencia de ciudades intermedias en los territorios favorece los vínculos con mercados dinámicos, el crecimiento económico y la reducción de la pobreza, aunque con frecuencia a costa de una mayor concentración del ingreso. 
Cuanto más variadas sean estas interrelaciones rural-urbano, mayores oportunidades existirán para plasmar oportunidades de generación de ingresos para un mayor número de habitantes del territorio.
No obstante, en la actualidad, el balance actual neto medio urbano-medio rural está desequilibrado, por lo que es necesario cambiar las prácticas de sustracción campo-ciudad por otras de complementariedad y de búsqueda del equilibrio entre los flujos, reconociendo, valorando y cuantificando económica y socialmente la relevancia de los intercambios. 
Un modelo de territorio rural-urbano integrado y sostenible se basa en la clara definición de la naturaleza y funcionalidad de cada una de las unidades territoriales o  teselas del mosaico territorial, así como de las interrelaciones entre ellas.  Para cada una de estas unidades se deben establecer nítidamente su especialización, los usos permitidos y su capacidad sustentadora en función de la matriz biofísica que la sustenta y de las actividades pasadas, presentes y futuras. 
El territorio resultante ha de ser coherente, multifuncional, complejo y eco-socialmente cohesionado. Tendrá carácter polinuclear con núcleos poblacionales de diferente tamaño, pero que dan lugar a espacios integrados, articulados en redes de geometría variable que permiten la accesibilidad a distintos servicios y con espacios de transición entre lo rural y lo urbano, entre el campo y la urbe, conocidos y reconocidos, puestos en valor e insertados en la malla territorial. Al mismo tiempo, garantizará la identidad de los territorios: ciudades compactas respetando la esencia de un espacio agrario y natural extenso y productor de bienes y servicios materiales y espirituales. 
Es clara la necesidad de sistemas de indicadores que dimensionen correctamente la ruralidad, ya que no están adecuadamente consideradas dinámicas endógenas, de pequeña escala (familiar, pymes) y con tinte territorial local (mercados locales y regionales) (Díaz Porras, 2013).
Un territorio es rural cuando su especificidad es su dependencia de los recursos naturales y su base económica se estructura alrededor de la oferta ambiental en que se sustenta. Esta definición rompe con el dualismo urbano-rural propio de las definiciones tradicionales y establece una nueva forma de relación de densidades, incluyendo concentraciones poblacionales que forman parte de territorios rurales, de centros urbanos con funciones rurales, al tiempo que incluye todos los sectores económicos que tienen lugar en este tipo de territorios, más allá de las actividades agrícolas o de sus encadenamientos directos”. (Echeverri, 2011).
Es razonable, en ese sentido, pensar en el territorio como un mosaico en el que la coherencia y la fuerza de cada uno de sus espacios, en un contexto sistémico, permitan alcanzar altas cotas de eficiencia, sostenibilidad y gobernabilidad  que los conviertan en territorios “inteligentes”. 
Para que este modelo sea una realidad hay que avanzar, lógicamente y de manera complementari, en una serie de dinámicas de cambio que implican la puesta en marcha de procesos de gobernanza multinivel, planificación dinámica, aprendizaje social, educación en valores, evaluación de resultados.
La complejidad de esos cambios, junto con el hecho de que la realidad territorial actual ha sido fruto de un proceso complejo y largo en el tiempo, hace que, en la mayoría de los casos, se necesiten periodos de medio y largo plazo para nuevas configuraciones territoriales. 

Fuentes de referencia:
Dinámicas territoriales rurales, mercados y estructuras productivas. Serie claves para el desarrollo territorial.
Desarrollo territorial rural. Alexander Schejtman y Julio A. Berdegué
Rimisp-Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural. 2004. www.ibcperu.org/doc/isis/15070.pdf
Inmaculada Caravaca, Gema González*, Rocío Silva*: “Innovación, redes, recursos patrimoniales y desarrollo territorial”, Revista eure (Vol. XXXI, Nº 94), pp. 5-24, Santiago de Chile, diciembre 2005
Hacia una nueva definición de “rural” con fines estadísticos en América Latina. CEPAL.  http://www.iadb.org/intal/intalcdi/PE/2011/08534.pdf
Libro Verde de Sostenibilidad urbana y local en la era de la información. Gobierno de España.


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