Igualdad de posibilidades, el respeto por la
libertad individual, la dignidad de la persona, la libertad de expresión y la
opinión pública.
Decimos que existe una igualdad
fundamental entre los seres humanos, porque todos tienen idéntica naturaleza.
Se trata de una afirmación que
nos parece elemental. Sin embargo durante milenios se ha sostenido lo
contrario, dividiéndose a los seres humanos en superiores e inferiores. Para
muchas sociedades los hombres estaban destinados, según su nacimiento, a
pertenecer a las clases altas, de guerreros, nobles o sacerdotes, o a las menos
elevadas de comerciantes, artesanos, labradores, siervos de la gleba o
esclavos.
También se ha pretendido que haya
razas superiores e inferiores. Hasta fines del siglo XIX los negros africanos,
por ejemplo, eran esclavizados por los blancos, comprados y vendidos como
objetos y sometidos a trabajos forzados, (¿podríamos pensar hoy en alguna forma
contemporánea de esclavitud?).
En la primera mitad del siglo XX,
un sector de la sociedad alemana representado en la figura de Adolfo Hitler,
sostuvo la existencia de una raza superior, a la que llamaron aria, frente a
las restantes, que consideraban inferiores. Su odio se centraba particularmente
en los judíos. El nazismo[1],
asesinó en cámara de gas a aproximadamente seis millones de judíos, con Hitler
en el poder, Alemania desató en 1939 la segunda guerra mundial, terminada con
su derrota en 1945, que produjo cuarenta millones de muertos, además de sufrimiento
para gran parte de la humanidad.
Frente a éstas aberraciones (que
no fueron las únicas en la historia) se levanta la declaración del artículo 1°
de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948), aprobada por las
Naciones Unidas justamente después de la segunda guerra mundial. Dice así:
“Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos”.
El artículo 16 de la Constitución
Nacional establece un principio similar.
Art. 16.- La Nación Argentina no admite prerrogativas de sangre, ni de
nacimiento: no hay en ella fueros personales ni títulos de nobleza. Todos sus
habitantes son iguales ante la ley, y admisibles en los empleos sin otra
condición que la idoneidad. La igualdad es la base del impuesto y de las cargas
públicas.
La Constitución no admite que
algunos ciudadanos sean superiores a otros en virtud del nacimiento o de la
sangre, es decir de la familia. Todos somos iguales ante la ley. Por ello
suprime los títulos de nobleza (conde, duque, marqués, etc.), que eran hereditarios.
También elimina los fueros
personales. Tener fuero personal supone el privilegio de ser juzgado, en caso
de cometer un delito, por tribunales especiales compuestos por miembros de la
misma clase o profesión. De esa manera los nobles eran sentenciados por nobles,
los eclesiásticos por eclesiásticos, los abogados por abogados, los militares
por militares.
De todos esos fueros sólo
subsistió en la Argentina el militar, que es manifiestamente inconstitucional,
porque todos los argentinos debemos ser iguales ante la ley, de acuerdo con el
artículo 16 de la Constitución. No hay razón para que los militares tengan la
prerrogativa de ser juzgados por ellos mismos y no por los jueces comunes. Por
eso el gobierno democrático suprimió los tribunales militares para los delitos
comunes mediante la ley 23.049, aprobada en 1984. En agosto de 2008, se
sanciona la Ley 26.394 que deroga el Código de Justicia
Militar y todas las normas, resoluciones y disposiciones de carácter interno
que lo reglamentan. Modifica también, el
Código Penal y el Código Procesal Penal de la Nación.
El concepto de igualdad tiene un origen cristiano. En un documento de la
iglesia católica, emanado del Concilio Vaticano II[2],
se afirma: “La igualdad fundamental entre todos los hombres exige un
reconocimiento cada vez mayor. Porque todos ellos, dotados de alma racional y
creados a imagen de Dios, tienen la misma naturaleza y el mismo origen (…)”
Aunque iguales en su naturaleza y sus derechos, los seres humanos son
distintos en cuanto a su sexo, su capacidad física, sus aptitudes intelectuales
y sus modalidades de carácter. Existen diferencias de vocación, de gustos y de
intereses.
Esta variedad de inclinaciones y aptitudes facilita el cumplimiento de
las diversas tareas que exige la vida comunitaria. Pero al mismo tiempo expone
a discriminaciones. Con frecuencia se discrimina, es decir se da un trato
inferior a las personas por razón de su sexo, color de piel, raza, cultura,
religión, lugar de origen. Las mujeres han sido discriminadas desde hace
milenios. Es común la discriminación n perjuicio de los discapacitados, mas
adelante abordaremos el tema.
Igualdad de posibilidades:
A pesar de los avances en materia de derechos humanos y políticas
sociales, nuestra sociedad no ofrece igualdad de posibilidades. No quiere decir
que hay que esperar todo de los demás. Suele pasar que las desigualdades
iniciales son muy difíciles de emparejar y marcan a los seres humanos para toda
su existencia.
El gran desafío de nuestra época es que la sociedad, a través del Estado
o de otras instituciones, ofrezca una base de igualdad de posibilidades, que se
traduce en elementos esenciales como son la nutrición adecuada, la atención de
la salud, la vivienda, la educación en todos sus niveles y oportunidades de
trabajo. Los seres humanos tienen que tener las bases mínimas para poder
realizarse en la vida, de acuerdo con sus aspiraciones, ideales y capacidades.
Ejercicio:
Pensar y escribir una historia d vidas paralelas, donde la sociedad ha
ofrecido, o no, igualdad de posibilidades a sus protagonistas. Para ello basta
con recorrer con el pensamiento la realidad que cada uno conoce, a través de
relatos familiares, de lecturas y de contactos con amigos y personas adultas.
[1] Nazismo es la contracción de la
voz alemana Nationalsozialismus, que significa nacionalsocialismo,
y hace referencia a todo lo relacionado con la ideología y el régimen que
gobernó Alemania de 1933 a 1945 con la llegada al poder del Partido
Nacionalsocialista Obrero Alemán de Adolf Hitler (NSDAP)
[2] Se
llama concilio ecuménico a una reunión de obispos de toda la cristiandad,
convocados por el papa (ecuménico es una palabra de origen griego que quiere
decir universal)
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