sábado, 16 de noviembre de 2013

Ética y Deontología Profesional

Apuntes de clase:
Fecha: 27/09/2013
Tema: Ética de la liberación. José Luis Rebellato
José Luis Rebellato
Datos biográficos de Jose Luis Rebellato: nació en Canelones, Uruguay en 1946 y falleció en Montevideo en 1999. Doctor en Filosofía de la Pontificia Universidad Salesiana de Roma, autor de numerosos trabajos sobre ética, pedagogía de la liberación y educación popular. Los temas centrales alrededor de los que giró su obra fueron:   
*      Necesidad de un pensamiento crítico latinoamericano.
*      Denuncia del neoliberalismo.
*      Coherencia entre teoría y práctica.
*      Ética como soporte: le preocupaban los sectores populares, construir una sociedad justa y solidaria.
Buscaba la forma de, y lo ve como un desafío, construir un modelo de democracia participativa (recordemos Morín), basada en la justicia social, en la participación ciudadana, y denunciando y luchando contra las formas de dominación lograr una verdadera democracia fundada en las pluralidades y diversidades, desconfiaba de las unanimidades (pensemos ¿a qué hace referencia con esto de las unanimidades?).
La encrucijada para él está ligada con el desarrollo de la autonomía, a su capacidad para encontrar caminos propios, o generar poder a partir de una verdadera participación. Para lograrlo, la ética, la política y la educación son fundamentales, la educación es una acción política y siempre sostenida por una opción ética, esto implica procesos de aprendizaje y de desaprendizaje (pensemos ¿qué tendríamos que desaprender?). En este sentido ve al poder como un dispositivo de aprendizaje, no como estrategia de manipulación, volveremos sobre este tema más adelante.
Rebellato plantea que la cultura dominante se caracteriza por depositar el ejercicio de la ciudadanía en expertos, técnicos, políticos, se despolitiza la figura del ciudadano/a. Sus funciones las cumplen los expertos. En este sentido Néstor García Canclini, en su libro “Consumidores y ciudadanos”, busca entender cómo los cambios en la manera de consumir, propiciados por la economía capitalista globalizada, han alterado las posibilidades y las formas de ser ciudadano. García Canclini aclara que siempre el ejercicio de la ciudadanía estuvo ligado a la capacidad de apropiarse de los bienes y a los modos de usarlos, pero esas diferencias se saldaban por la igualdad en derechos abstractos que se concretaban al votar, al formar parte de un partido político o un sindicato, junto a la descomposición de la política y el descreimiento en sus instituciones, otros modos de participación ganan fuerza…[1]
El neoliberalismo tiene la capacidad para penetrar y moldear el imaginario social, los valores que orientan nuestro comportamiento. Retoma la idea de Habermas, de que el sistema necesita anclarse en la vida cotidiana para neutralizarla. Esto crea nuevas subjetividades con nuevas patologías como el miedo a la exclusión, o patologías ligadas a la violencia como el rechazo o la competitividad, afectando también el concepto de calidad de vida (¿qué significa vivir con calidad?). En este contexto se pierde el valor del otro como alteridad dialogante por el otro como alteridad amenazante, así, triunfan los que saben cuidarse del otro, todo reforzado por los medios de comunicación que enfatizan y aumentan la sensación de inseguridad y amenaza.
Esta versión del capitalismo, construye sentido apoyado sobre la base de la normalidad[2], o sea, se nos presenta como irresistible, el único viable, ya que llegamos al fin de la historia[3]:
*      Es un pensamiento construido sobre un lenguaje con pretensión de universal.
*      Es un discurso[4] fuerte, se erigen en  vencedores.
*      Generó creencias profundas aun en quienes sufren las consecuencias.
*      El lenguaje de la globalización se convirtió en una matriz de pensamiento desde el cual se consolida la creencia de que quien no entra en ella, queda afuera de la historia, la globalización de las comunicaciones y la tecnología en general quedan  atrapadas en este juego neoliberal.
*      Como contrapartida, se valora lo local y la multiplicidad de expresiones culturales como única forma de resistencia a esta embestida global.
*      El pensamiento único se consolida cuanto más se naturaliza y disminuye nuestra capacidad crítica[5].
*      En esta matriz del discurso hegemónico confluyen varios imaginarios sociales[6].
*      Así, el imaginario de la tecnología impone el modelo de la razón instrumental, el imaginario de la posmodernidad que propone un ética débil, sin deber, que termina en un planteo nihilista y en el sin sentido de un mundo alternativo (volveremos sobre esto). El imaginario de la despolitización de los ciudadanos. El imaginario de la aceptación del sistema en que vivimos pues no hay otra alternativa. Todos estos y algunos más se conjugan para dar lugar a una cultura de la desesperanza y conformar identidades de sumisión.
Como dijimos, la fuerza de estos imaginarios está en su capacidad de penetración en la personalidad, por eso la colonización ética-cultural es difícil de combatir.

Trabajo con consignas del cuadernillo: SER SUJETO págs. 38 – 42

Apuntes de clase:
Fecha: 01/11/13
Ética de la liberación y la resistencia desde la dignidad del sujeto popular:
Rebellato entiende el imaginario posmoderno (recordar concepto de Castoriadis) que, más allá de los aportes sugerentes en el campo de la diversidad y del sentido de la incertidumbre, termina en un planteo nihilista y en el sin sentido de un mundo alternativo, ¿por qué? Porque choca con la idea de globalización, el mercado necesita globalizarse, entre otros mecanismos el de transformar en moda todo lo que se le opone como manera de canalizar la rebeldía hacia actividades  inofensivas o que no alteren su proyecto. Por ejemplo, un imaginario social es el que sostiene que tenemos que aceptar el sistema en el que vivimos, pues carecemos de la posibilidad de construir alternativas, éste, articulado con otros imaginarios se conjugan y dan lugar a una cultura de la desesperanza y a una identidad de sumisión. Su fuerza está en la capacidad de penetración  en nuestra personalidad.
Foucault dice que ninguna práctica social sobrevive sin un poder que la sostenga. Pero él tiene una idea particular de poder. No hay un centro único de poder, explica, lo que hace que el poder se sostenga y sea aceptado por la mayoría no es solo el uso de la fuerza, sino por que produce discursos (ver nota al pie 4).Y producir discursos es formar un saber. ¿Qué quiere decir Foucault cuando indica que el poder no está totalmente centralizado? Básicamente quiere decir que, cada familia, cada escuela, cada hospital, y demás instituciones sociales son pequeños centros de poder. No hay una sola persona que detenta todo el poder concentrado, como un rey, por ejemplo, o una ley una ley única a obedecer. Es en la vida cotidiana donde va a encontrar argumentos para demostrar que toda práctica social se sostiene en un discurso, que todo discurso es un saber, y que ese discurso, ese saber, es también un ejercicio de poder. En este sentido el poder tiene una capacidad enorme de imponer verdad (la suya) y sofocar las otras (Nierzsche: “no hay hechos, hay interpretaciones). El poder crea saber y el saber está vinculado a sistemas de poder que lo producen y lo sostienen.
Por esto dice Rebellato, la colonización ético-cultural es difícil de combatir. En este contexto una ética de la liberación debe dar relevancia a la dignidad, como eje central de un pensamiento y una práctica emancipadora.
¿Qué es ser digno? Ser digno es ser “valioso”, es un valor inherente al ser humano por lo tanto implica exigir el reconocimiento como  sujetos, confiar en nuestras propias capacidades y potencialidades de vivir y luchar, esto es fundamental para ser autónomos, es un valor histórico que se construye.
Cambiar la historia desde la iniciativa popular, expresada en la lucha, porque la cultura de nuestro pueblo es una cultura de lucha. El pensador uruguayo critica los espacios que se dicen alternativos pero que terminan reproduciendo las relaciones de asimetría, la dominación y la concentración del poder propios de la lógica del sistema. ¿Cómo zafar de esto? Aquí es donde deben comenzar la lucha la ética y la práctica social liberadoras, considerando algunos nuevos valores éticos.
Para esta tarea emancipadora trae a colación los aportes de Edgar Morín y la ética de la comprensión (tema visto). De Morín especialmente retoma el principio hologramático: “el todo está en la pate que está en el todo”, esto significa que podemos construir alternativas globales desde todos los espacios, las partes pueden anticipar la transformación del todo.
Si la globalización se impone con fuerza desde la hegemonía neoliberal, la construcción de proyectos alternativos también debe ser globalizadora, debe apuntar a transformar la sociedad, promoviendo una ética asentada en la vuelta del sujeto viviente que ha sido desplazado.
La dignidad es fuente de lucidez porque permite ver lo olvidado y negado por oprimido. Supone repensar nuestra forma de percibir la realidad. Rebellato retoma una expresión de Geertz y dice que la dignidad solo puede ser captada recurriendo al método de las “descripciones densas[7] (o gruesas) pues no se puede comprender fuera de un contexto de lucha y alternativa.
Es necesario unir dignidades tejiendo redes. De allí la importancia que da a la categoría de resonancia, avanzar tejiendo vínculos con otras luchas, buscando respuestas y escuchando ecos. Una ética de la dignidad se construye desde los lazos comunitarios.
Suele decirse que el atraso cultural bloquea el desarrollo político, esto, además de ser una falacia, solo logra desvalorizar el saber y la cultura popular. La resonancia nos hace replantear el proceso de constitución  de los movimientos populares, la conciencia política se genera desde la experiencia, la vivencia, está ligada a la vida cotidiana, con nuestras historias de vida y con la construcción de identidades. Los procesos de cambio que se gestan desde este lugar se afianzan con más fuerza.
Por todas partes se hacen posibles nuevos terrenos de lucha. Las subjetividades marginales, al ser producto y analistas de la tendencia de mando, al ser los que padecen y conocen el poder con todo su rigor, son los que mejor lo resisten.
Los caminos de la complejidad. Las redes de la vida:
Rebellato apela al pensamiento complejo (Morín), supone un cambio en nuestra percepción de la realidad y los valores, un cambio de paradigma. Fritjof Capra también tiene una visión holística de la vida, dice: el hombre es una hebra de la trama de la vida, parte de un sistema (ecología profunda), desde la ecología social se plantea que algunas estructuras sociales son anti ecológicas, por ejemplo: el imperialismo, el racismo, etc.
Capra propone un cambio, pasar de la asertividad hacia la integración. La cultura occidental puso el acento en la tendencia asertiva que se rige en el plano del pensamiento, el modelo racional, reduccionista, en el plano de los valores, se sustenta en la expansión, la competencia, la dominación. La integración, sin embargo, se rige por la intuición, la cooperación, se asienta en la sustentabilidad, o sea, cambiar de jerarquías a redes en la organización social. Unido a estas ideas se plantea el de estructuras disipativas (Illya Prigogine). La vida no puede definirse por la tendencia al equilibrio, el equilibrio es la muerte. La vida se desarrolla en términos de tensión entre estabilidad y transformaciones permanentes pero ese desorden (caos), no le hacen perder su estructura organizativa: es una estructura disipativa.
Pensar y actuar en redes, cambiar la dialéctica clásica por una dialéctica abierta: bifurcación, o sea, procesos que se abren más que se cierran o sintetizan.
Maturana, por su parte agrega que la vida se define por el concepto de autopoiesis= creación a sí mismo, a nivel humano esto implica un salto cualitativo, todas nuestras acciones tienen un fundamento emocional, la emoción que debe guiarnos es el amor, porque es la que hace al otro un legítimo otro en la convivencia.
Rebellato para no caer en el reduccionismo de transferir los análisis físico-matemáticos a los fenómenos sociales,  introduce la categoría de subjetividad. ¿Qué es ser sujeto? Desde una ética de la autonomía, señala algunas dimensiones de la subjetividad: a) ser sujeto es poder elegir; b) ser sujeto no  es ser solitario; c) es poder ser autónomo; d) ser sujeto es formar parte de comunidades donde construimos nuestra identidad, la autonomía se construye con otros; e) ser sujeto es vivir la experiencia de la contradicción.[8]
Fritjof Capra plantea que la decadencia ocurre cuando una cultura se vuelve demasiado rígida. Una nueva civilización supone un alto nivel de flexibilidad, creatividad e imaginación, éste tipo de cambios son promovidos por los movimientos anti- sistema, de una complejidad de redes.
Algunas corrientes sociológicas recurren a la categoría de “redes sumergidas”[9], porque los movimientos se van construyendo según esquema complejo.
Desde el paradigma de la complejidad, de la diversidad  y de la multiplicidad se propone actuar en redes, desarrollar vínculos afectivos, fortalecer las identidades. Pero también se advierte que, a veces, desde los movimientos sociales se ahoga la diversidad, se pierde contacto con los códigos éticos y culturales que les dieron nacimiento. Es un paradigma en construcción, y los momentos de crisis son propicios para su desarrollo. También se transforma la compresión lingüística de la realidad: el pensamiento simplificador habla fundamentos, edificio, bases y cimientos (terminología mecanicista, arquitectónica) por el contrario pensadores como Deleuze y Guattari habla de flujos, líneas de fuga, cartografía, espacio, meseta, rizoma,  metáforas que aluden a multiplicidades. Freire, por su parte, habla de un educador nómade, haciendo referencia a la necesidad de no autocentrarse en su verdad, sino descentrarse, salir al encuentro del otro.









[1] García Canclini, Néstor. “Consumidores y Ciudadanos. Conflictos multiculturales de la globalización”. GRIJALBO. 1995. Pág. 13.
[2] Para más información  sobre este tema, consultar Foucault, Michel. “Vigilar y Castigar nacimiento de la prisión”. Siglo XXI
[3] Fukuyama, Francis. “El fin de la historia y el último hombre” 1992.
[4] Discurso: práctica de un conjunto de enunciados que responden a ciertas reglas implícitas de exclusión y de inclusión, es decir, de qué es lo que dejamos afuera y qué es lo que ponemos dentro.
[5] Por eso la necesidad de anclarse en la vida cotidiana, ya que la fuerza de lo habitual por efecto de la repetición, genera el adormecimiento de nuestro sentido crítico.
[6] Imaginario social es un concepto acunado por Cornelius Castoriadis y hace referencia a las representaciones sociales encarnadas en sus instituciones, es usado habitualmente como sinónimo de mentalidad, cosmovisión, conciencia colectiva.
[7] Descripciones densas: metodología y concepto desarrollado por el antropólogo Cliffort  Geertz como método alternativo para el análisis del comportamiento social, los rituales para desenterrar todas las capas de sentido social con el fin de lograr una interpretación holística de lo que los diferentes aspectos de la sociedad significan para quienes participan en ello.
[8] Para ampliar éste tema, consultar bibliografía: Rebellato José Luis. Ética de la Liberación. Editorial Nordan-Comunidad, 2000, Pág. 39 en adelante.
[9] Las organizaciones tienden a ser cada vez más horizontales, menos jerarquizadas, más flexibles, con múltiples nodos y conectadas a numerosas microrredes o células  que pueden ser rápidamente activadas, a éstas microrredes Alberto Melucci las llama “redes sumergidas”.

lunes, 28 de octubre de 2013

Y QUÉ TENGO QUE HACER?

Y qué tengo que hacer?
¿Buscarme un valedor poderoso, un buen amo,
y al igual que la hiedra, que se enrosca en un ramo
buscando en casa ajena protección y refuerzo,
trepar con artimañas, en vez de con esfuerzo?
No, gracias.
¿Ser esclavo, como tantos lo son,
de algún hombre importante? ¿Servirle de bufón
con la vil pretensión de que algún verso mío
dibuje una sonrisa en su rostro sombrío?
No, gracias.
¿O tragarme cada mañana un sapo,
llevar el pecho hundido, la ropa hecha un harapo
de tanto arrodillarme con aire servicial?
¿Sobrevivir a expensas de mi espina dorsal?
No, gracias.
¿Ser como ésos que veis a Dios rogando
– oh, hipócritas malditos – y el mazo dando?
¿Y que, con la esperanza de alguna sinecura,
atufan con incienso a quien se les procura?
No gracias.
¿Arrastrarme de salón en salón
hasta verme perdido en mi propia ambición?
¿O navegar con remos hechos de madrigales
y, por viento, el suspiro de doncellas banales?
No gracias.
¿Publicar poniendo yo el dinero
de mi propio bolsillo?
Muchas gracias, no quiero.
¿Hacerme nombrar papa en esas chirigotas
que en los cafés celebran, reunidos, los idiotas?
No gracias.
¿Desvivirme para forjarme un nombre
que tenga el endiosado lo que no tiene de hombre?
No, gracias.
¿Afiliarme a un club de marionetas?
¿Querer a toda costa salir en las gacetas y decirme a mí mismo: no hay nada que me importe
con tal de que mi ingenio se cotice en la Corte?
No, gracias.
¿Ser miedoso? ¿Calculador? ¿Cobarde?
¿Tener con mil visitas ocupada la tarde?
¿Utilizar mi pluma para escribir falacias?
No gracias, compañero. La respuesta es: no gracias
Cantar, soñar en cambio.
Estar solo, ser libre.
Que mis ojos destellen y mi garganta vibre.
Ponerme, si me place, el sombrero al revés.
Batirme por capricho o hacer un entremés.
Trabajar sin afán de gloria o fortuna.
Imaginar que marcho a conquistar la luna.
No escribir nunca nada que no rime conmigo
y decirme modesto.
Ah, mi pequeño amigo,
que te basten las flores, las frutas y las hojas,
siempre que en tu jardín sea donde las recojas.
Y si por suerte un día logras la gloria así,
no habrás de darle al César lo que él no te dio a ti.
Que a tu mérito debas tu ventura, no a medra,
y en resumen, que haciendo lo que no hace la hiedra,
aun cuando te faltare la robustez del roble,
lo que pierdas de grande, no te falte de noble.

Cyrano de Bergerac, 
de Edmond Rostand 
(fragmento) 

martes, 15 de octubre de 2013

Ideas para conversar sobre la amistad

1. En pequeños grupos definan la palabra "amistad"
2. Pueden guiarse con las siguientes preguntas:
• ¿Han cambiado sus amistades en los últimos dos años?
• ¿Qué valoran de sus mejores amigos?
• ¿Es fácil para ustedes hacer amigos? Si no es fácil, ¿qué consideran  que lo hace difícil?
• ¿Es fácil para ustedes mantener las amistades? Si no es fácil, ¿por qué surgen los problemas?
• ¿Qué cosas tienen en común con sus amigos?
• ¿En qué se diferencian de sus amigos?

3.  Puede ocurrir que algunos quizá no tengan amigos. Los que tienen facilidad para hacer amigos, expresen
qué buscan en ellos.
 4. Para finalizar, los invito a compartir cómo se sintieron durante  la conversación: tranquilos, reflexivos, incómodos, inspirados, tristes,  relajados, etcétera.

lunes, 14 de octubre de 2013

Michel Foucault



VIGILAR Y CASTIGAR. El nacimiento de la  prisión
Michel Foucault
XXI siglo veintiuno editores
DISCIPLINA:
Punto II: Los medios del buen encauzamiento.
Punto III: El panoptismo.
Hacer clic en el enlace:

http://historiasenconstruccion.wikispaces.com/file/view/L10+-+MF.+Los+medios+del+buen+encauzamiento.pdf


Datos biográficos:
Michel Foucault: nacido en Poitiers, Francia, (1926 – 1984) fue uno de los pensadores más influyentes del siglo XX. Estudió filosofía occidental y psicología en la École Normale Supérierure de Paris. Durante la década de 1960, encabezó los Departamentos de Filosofía de las Universidades de Clemont-Ferrand y Vincennes. En enero de 1971 fue designado en la institución académica más prestigiosa en Francia, el Collége de France, como profesor de Historia de los Sistemas de Pensamiento, cátedra que disctó hasta su muerte, en junio de 1984. Durante las décadas de 1970 y 1980, su reputación internacional creció gracias a las numerosas conferencias y cursos que impartió por todo el mundo y su valiosa obra escrita.

viernes, 11 de octubre de 2013

Peter Zumthor/Atmósferas





PETER ZUMTHOR ATMOSFERAS
Entornos Arquitectónicos – Las cosas a mi alrededor
Peter Zumthor/Atmósferas

“Atmosphere is my style”
J. M. W. Turner a John Ruskin, 1844
Peter Zumthor/
Atmósferas

Prólogo
Conversación con la belleza.

Entre los edificios de Peter Zumthor y sus entornos se produce un juego de dar y recibir; un prestarse
atención, un enriquecimiento mutuo. Al enfrentarnos con su arquitectura, nos viene inevitablemente a la
mente el concepto de atmosfera, una disposición de ánimo, una sensación en perfecta concordancia con el
espacio construido, comunicada directamente a quienes contemplan, lo habitan, lo visitan e, incluso, al
entorno inmediato. Zumthor aprecia los lugares y los edificios que ofrecen al hombre refugio, un buen lugar
para vivir y una discreta protección. Leer un lugar, dejarse envolver por él, trabajar el propósito, significado y objetivo del encargo, planear y proyectar la obra es, por tanto, un proceso intrincado y no simplemente lineal.
Para Zumthor la atmósfera es una categoría estética. Este libro permite al lector entender el papel que juega
esta categoría en su obra y qué significa para él. Recoge la conferencia titulada “Atmosferas. Entornos
arquitectónicos. Las cosas a mi alrededor” pronunciada el 1 de junio de 2003 por el arquitecto suizo en el
marco del Festival de Literatura y Música “Wege durch das Land” [“Caminos por el país”], celebrado en un
lugar adecuadamente escogido para tal fin, el palacio renacentista de Wendlinghausen. La convocatoria
exploraba las afinidades entre los lugares y las artes como parte del proyecto “Paisajes poéticos”, unas
aventuras filosóficas que partían siempre de una localización, vinculada a una persona, un acontecimiento
literario o un tema, variando a través del tiempo, o poniendo en relación un lugar con otro mediante lecturas y conciertos interpretados por actores, escritores y compañías, tanto locales como extranjeras, acompañados de espectáculos de danza, exposiciones y debates. En el trabajo conjunto de este proyecto, Peter Zumthor y yo recorrimos campos y prados, atravesamos pueblos y lugares inhóspitos y despoblados, hablando, haciéndonos preguntas, evocando imágenes…
La conferencia en si se enmarcaba dentro de un programa de varios días, que, inspirándose en la arquitectura del palacio renacentista junto al rio Weser, se preguntaba sobre la medida de la belleza. El palacio es un excelente ejemplo de los principios arquitectónicos de su época: utilidad y conveniencia, permanencia y belleza – según cita el maestro del renacimiento italiano Andrea Palladio en el espíritu de Vitruvio – que luce en Wendlinghausen en toda su pureza: una arquitectura sin ornamento, profundamente enraizada en el paisaje y construida con materiales locales. El programa literario y musical nos transportaba a la Italia de los siglos XVI y XVII. La lectura de la novela La habitación pintada de la escritora danesa Inger Christensen – donde aparece la celebre cámara nupcial del duque de Mantua pintada por Andrea Mantegna –, así como lo que cuenta Goethe en su Viaje a Italia sobre los edificios de Palladio, tenían como punto central el tema de la belleza, y de si ésta puede traducirse: la belleza exterior, la medida de las cosas, sus proporciones, su materialidad, asi como la belleza interior, el corazón de las cosas.

Con el fin de conservar la espontaneidad y el estilo directo de las palabras de Peter Zumthor, la conferencia,
pronunciada en un tono desenfadado ante mas de 400 personas, solo se ha editado ligeramente. Se ha
mantenido conscientemente el carácter amable de la forma corriente de hablar.
Brigitte Labs-Ehlert Detmold, octubre de 2005

Peter Zumthor/Atmósferas

El título de la charla, Atmosferas, dimana de lo siguiente: hace ya mucho tiempo que me interesa – pues,
naturalmente, me ha de interesar – qué es la calidad propiamente arquitectónica. Me resulta relativamente
fácil decirlo: la calidad arquitectónica no es, para mi, ser incluido entre los lideres de la arquitectura, que te
publiquen, etc. Para mi la realidad arquitectónica solo puede tratarse de que un edificio me conmueva o no.
¿Qué diablos me conmueve a mi de este edificio? ¿Cómo puedo proyectar algo así? ¿Cómo puedo proyectar algo similar al espacio de esta fotografía (que, para mi, es un icono personal)? Nunca he visto el edificio – de hecho, creo que ya ni existe – y, con todo, me encanta seguir mirándolo. ¿Cómo pueden proyectarse cosas con tal presencia, cosas bellas y naturales que me conmuevan una y otra vez?
El concepto para designarlo es el de ‘atmósfera’. Todos lo conocemos muy bien: vemos a una persona y
tenemos una primera impresión de ella. He aprendido a no fiarme de esa primera impresión; tienes que darle
una oportunidad. Ahora soy un poco más viejo, debo decir que vuelvo a quedarme con la primera impresión.
Algo parecido ocurre con la arquitectura. Entro en un edificio, veo un espacio y percibo una atmosfera, y, en
decimas de segundo, tengo una sensación de lo que es.
La atmosfera habla a una sensibilidad emocional, una percepción que funciona a una increíble velocidad y
que los seres humanos tenemos para sobrevivir. No en todas las situaciones queremos recapacitar durante
mucho tiempo sobre si aquello nos gusta o no, sobre si debemos o no salir corriendo de ahí. Hay algo dentro de nosotros que nos dice enseguida un montón de cosas; un entendimiento inmediato, un contacto inmediato, un rechazo inmediato. Algo bien distinto de ese otro pensamiento ideal que nosotros también poseemos y que también me gusta: pasar mentalmente de la A a la B de una forma ordenada. Naturalmente, conocemos bien la respuesta en el ámbito de la música. En el primer movimiento de la sonata de viola de Brahms (Sonata n° 2 en mi bemol mayor para viola y piano), cuando entra la viola, en un par de segundos ya está ahí, y no sé bien por qué. Y algo parecido ocurre también en arquitectura. No tan poderosamente con en la mas grandes de las artes, la música, pero también está ahí.
Para que veáis que quiero decir con esto, leeré algo que tengo escrito en mi cuaderno de notas sobre este
tema. “Es jueves santo de 2003. Aquí estoy, sentado en una plaza al sol, un gran soportal, largo, alto,
hermoso bajo el sol. La plaza – frente de casas, iglesia, monumentos – como un panorama ante mis ojos. A
mi espalda la pared del café. La justa densidad de gente. Un mercado de flores. Sol. Las once. La cara de
enfrente de la plaza en sombra, de un apacible color azulado. Ruidos maravillosos: conversaciones cercanas,
pasos en la plaza, en la piedra, pájaros, ligero murmullo de la multitud, sin coches, sin estrépito de motores,
de vez en cuando ruidos lejanos de una obra. Me figuro que el comienzo de las vacaciones ya ha ralentizado
los pasos de la gente. Dos monjas – esto es de nuevo real, no me lo estoy inventando –, dos monjas cruzan
la plaza gesticulando, con un andar rápido, sus tocas ondean ligeramente, cada una de ellas lleva una bolsa
de plástico. La temperatura: agradablemente fresca, y cálida. Estoy sentado bajo el soportal, en un sofá
tapizado en un verde pálido, en la plaza, la estatua de bronce sobre su alto pedestal frente a mí me da la
espalda, contemplando, como yo, la iglesia con sus dos torres. Las dos torres de la iglesia tienen un remate
diferente; empiezan siendo iguales abajo y, al subir, se van diferenciando. Una de ellas es más alta y tiene
una corona de oro alrededor del extremo de la cúpula. Pronto vendrá hacia mi B., cruzando en diagonal la
plaza desde la derecha”. Ahora bien, ¿Qué me ha conmovido de allí? Todo. Todo, las cosas, la gente, el aire, los ruidos, los colores, las presencias materiales, las texturas, y también las formas. Formas que puedo
entender. Formas que puedo intentar leer. Formas que encuentro bellas. ¿Y qué más me ha conmovido? Mi
propio estado de ánimo, mis sentimientos, mis expectativas cuando estaba sentado allí. Me viene a la cabeza
esa célebre frase inglesa, que remite a Platón: “Beauty is in the eye of the beholder” [“La belleza está en los
ojos de quien mira”]. Es decir: todo está solamente dentro de mí. Pero entonces hago el experimento de
quitarme la plaza de delante, y ya no tengo los mismos sentimientos. Un sencillo experimento, disculpad la
simplicidad de la idea. Lo cierto es que, al quitarme la plaza de delante, mis sentimientos desaparecen con
ella. Nunca hubiera tenido tales sentimientos sin esa atmósfera de la plaza. Lógico. Hay un intercambio entre
las personas y las cosas. Con esto tengo que tratar como arquitecto. Y pienso: ésta es mi pasión. Existe una
magia de lo real. Conozco muy bien la magia del pensamiento. Y la pasión del pensamiento bello. Pero me
refiero a algo que, con frecuencia, encuentro más increíble: la magia de lo verdadero y de lo real.
Como arquitecto me pregunto: La magia de lo real de, por ejemplo, el café de la residencia de estudiantes de Hans Baumgartner, construida allá por la década de 1930. Esos hombres están sentados ahí y disfrutan. Me pregunto: como arquitecto, ¿puedo proyectar algo con esa atmósfera, con esa densidad, ese tono? Y si es así, ¿Cómo? Y pienso que sí, y pienso que no. Pienso que si, pues hay cosas buenas y cosas peores. Y
ahora de nuevo una cita. La frase la escribió un musicólogo para una enciclopedia de música. La he ampliado y colgado luego en mi estudio, diciéndome a mi mismo: ¡así tenemos que trabajar! El musicólogo decía sobre ese compositor, que enseguida adivinaréis de quién se trata: “Diatónica radical, versificación rítmica potente y diferenciada, nitidez de la línea melódica, claridad y crudeza de las armonías, brillo cortante de los colores sonoros y, finalmente, simplicidad y transparencia de la textura musical y robustez del armazón formal” (André Boucourechliev sobre “el auténtico carácter ruso de la gramática musical de Igor Stravinski”). Esta frase cuelga bien alto en mi despacho para todos nosotros. Me habla de atmosferas; la música de este compositor también tiene esa cualidad de tocarnos –tocarme – al cabo de un segundo. Pero también da cuenta del trabajo, y eso me consuela; llevar a cabo esta tarea de crear atmosferas arquitectónicas también tiene un lado artesanal. En mi trabajo tiene que haber un procedimiento, unos intereses, unos instrumentos, unas herramientas. Me observo ahora a mi mismo y os cuento en nueve minicapítulos lo que me he encontrado en el camino, lo que me lleva en una dirección cuando intento generar esa atmosfera en mis obras. Estas respuestas son sumamente personales; no tengo otras. Son altamente sensibles e individuales; de hecho probablemente sean producto de sensibilidades propias, personales, que me llevan a hacer las cosas de una determinada manera.
Primera respuesta bajo el epígrafe El cuerpo de la arquitectura. La presencia material de las cosas propias
de una obra de arquitectura, de la estructura. Estamos sentados aquí, en este granero, con esta fila de vigas
que, a su vez, están recubiertas por esto o lo otro… Este tipo de cosas producen un efecto sensorial en mí.
En ellas encuentro el primer y más grande secreto de la arquitectura: reunir cosas y materiales del mundo
para que, unidos, creen este espacio. Para mí se trata de algo así como una anatomía. En realidad, al hablar
de ‘cuerpo’ lo hago en el sentido literal de la palabra. Como nuestro cuerpo, con su anatomía y otras cosas
que no se ven, una piel, etc., así entiendo yo la arquitectura y así intento pensar en ella; como masa corpórea, como membrana, como material, como recubrimiento, tela, terciopelo, seda…, todo lo que me rodea. ¡El cuerpo! No la idea de cuerpo, ¡sino el cuerpo! Un cuerpo que me puede tocar.
Segunda pregunta, de nuevo un gran secreto, una gran pasión, un gran gozo: La consonancia de los
materiales. Tomo una determinada cantidad de madera de roble y otra cantidad de toba y luego añado algo:
tres gramos de plata, una llave, ¿Qué más os gustaría añadir? Necesitaría un promotor para reunir todas
estas cosas y ensamblarlas. Luego vamos colocando las distintas cosas, primero mentalmente y más tarde en
el mundo real. Vemos como reaccionan unas con otras. Todos sabemos que reaccionamos entre sí. Los
materiales no tienen límites; coged una piedra: podéis serrarla, afilarla, horadarla, hendirla y pulirla, y cada
vez será distinta. Luego coged esa piedra en porciones minúsculas o en grandes proporciones, será de nuevo distinta. Ponedla luego a la luz y veréis que es otra. Un mismo material tiene miles de posibilidades. Me gusta este trabajo y cuanto más tiempo lo llevo haciendo, tanto mayor misterio parece cobrar. Uno tiene siempre ideas, se figura cómo son las cosas. Pero cuando llegas a colocar algo en la realidad, como me ocurrió precisamente la semana pasada, estaba seguro de no necesitar de aquel suave arce para recubrir la gran sala de estar en el edificio de hormigón visto; era demasiado suave y necesitaba una madera más dura: el ébano, una madera que, por su densidad y masa, presentara alguna resistencia al hormigón, con ese
increíble brillo que tiene. Pues bien, mas tarde, al colocarlo en obra, ¡oh, mierda!, ¡el cedro era mucho mejor!
De repente lo vi, aquel cedro, que era demasiado suave, no tenía problemas para reafirmarse en el conjunto.
De modo que quité todo el palisandro y la caoba que habíamos colocado. Un año más tarde se vuelven a
introducir maderas duras, oscuras y ricamente veteadas junto a otras más suaves y claras. Finalmente el
cedro resultó tener una estructura demasiado lineal, demasiado frágil y fue descartado. Esto no es más que
un ejemplo de por qué las cosas se me presentan tan cargadas de misterio. Además hay otra cosa, una
cercanía critica entre los materiales que depende del tipo de material y de su peso. Se pueden combinar
materiales en un edificio, y llega un punto en el que se distancian demasiado unos de otros, no vibran
conjuntamente, y, mas tarde, otro punto donde están demasiado próximos, y luego están como muertos. Es
decir, este ensamblaje en la obra tiene mucho que ver con…, bueno, ya sabéis a lo que me refiero… Si no,
me extendería en ello media hora más. Sí, tengo ejemplos, he escrito ‘Palladio’, cuya obra me hace vivir tales cosas, y no hay vez en que no las reviva de nuevo. Menciono esa energía atmosférica presente en Palladio una vez más porque siempre he tenido la impresión de que este arquitecto, este maestro, debió poseer una sensibilidad increíble acerca de la presencia y el peso de los materiales, de todas esas cosas sobre las que intento hablar ahora.
Tercero: El sonido del espacio. ¡Oíd! Todo espacio funciona como un gran instrumento; mezcla los sonidos,
los amplifica, los transmite a todas partes. Tiene que ver con la forma y con la superficie de los materiales que contiene y cómo éstos se ha aplicado. Por ejemplo: coged una maravillosa tarima de madera de abeto y
colocadla, como la tapa de un violín, sobre las maderas de vuestras salas de estar. Otra imagen: ¡pegadla
sobre un forjado de hormigón! ¿Notáis la diferencia en el sonido? Por supuesto que si. Por desgracia, hoy en día mucha gente no percibe el sonido del espacio en absoluto. Sí, el sonido del espacio; personalmente, lo primero que me viene en mente son los ruidos, los ruidos de mi madre trajinando en la cocina con los
cacharros cuando yo era un niño. Me hacían feliz. Podía estar en la sala, pero siempre sabía que mi madre
estaba en casa porque oía sonar la sartén y los demás cacharros. Pero también se oyen los pasos en el gran
vestíbulo de una estación de tren, los ruidos de la ciudad, etc. Si doy un paso mas en esta dirección, el tema
se vuelve un poco místico; imaginemos que eliminamos todos los ruidos ajenos al edificio, que no queda nada que lo toque. Entonces, podemos plantearnos la pregunta: ¿sigue teniendo el edificio un sonido? Haced la prueba. Yo creo que todo edificio emite un sonido. Tiene sonidos que no están causados por la fricción. No sé lo que es. Quizá sea el viento o algo así. Lo cierto es que si entras en un espacio sin ruidos sientes que hay algo distinto. ¡Es hermoso! Encuentro hermoso construir un edificio e imaginarlo en su silencio. Esto es, hacer del edificio un lugar sosegado, algo bastante difícil de lograr hoy en día que nuestro mundo es tan ruidoso.
Bueno, quizá no tanto aquí, en esta sala, pero conozco otros lugares que son mucho mas ruidosos; cuesta
mucho conseguir que los espacios cobren sosiego y, desde el silencio, imaginarse cómo sonará el espacio
con proporciones y materiales adecuados, etc. Sé que suena un poco a sermón dominical, pero es mucho
más sencillo y pragmático, ¿no? ¿Cómo suena realmente el edificio cuando lo atravesamos? Y cuando
hablemos, cuando conversemos unos con otros, ¿Cómo sonará? ¿Y cuando quiera hablar un domingo por la tarde con tres buenos amigos y leer a la vez? Aquí lo tengo escrito: el ruido de la puerta al cerrarse. Hay
edificios que suenan maravillosamente, que me dicen: estoy en buenas manos, no estoy solo. Supongo que
no logro quitarme de encima esa imagen de mi madre y, a decir verdad, tampoco quiero hacerlo.
Cuarto: La temperatura del espacio. Me sigo ocupando de nombrar las cosas que son importantes para mí
en la creación de atmósferas, como la temperatura. Creo que todo edificio tiene una determinada
temperatura. Trato de explicároslo y, aunque no sea demasiado bueno haciéndolo, es algo que me interesa
sobremanera, las cosas mas bellas constituyen una sorpresa, utilizamos mucha madera, muchas vigas de
madera para construir el Pabellón de Suiza en Hannover. Cuando afuera hacía mucho calor, dentro, en el
pabellón, se disfrutaba de un frescor de bosque, y, cuando afuera hacía frío, hacía más calor dentro del
pabellón que fuera, a pesar de que no estaba cerrado. Uno sabe muy bien que los materiales extraen más o
menos calor de nuestro cuerpo. Por ejemplo el acero es frío y reduce el calor, y cosas así. Me viene a la
cabeza el término ‘temperar’. Quizás sea un poco como ‘temperar’ pianos – es decir, buscar la afinación
adecuada –, tanto en un sentido propios como figurado. Esto es, esa temperatura es tanto una física como
también probablemente psíquica. Es lo que veo, siento, toco, incluso con los pies.
He notado nueve puntos, y ya hemos llegado al quinto. No quiero aburrirlos.
Quinto: Las cosas a mi alrededor. Cada vez que entro en edificios, en espacios donde vive gente –amigos, conocidos o gente que no conozco –, me siento impresionado por las cosas que la gente tiene consigo, en su entorno domestico o laboral. Y, a veces –no se si os ha pasado– constato que las cosas coexisten de un modo cariñoso y cuidadoso, y que quedan bien allí. Por ejemplo lo que me pasó en Colonia, hace dos meses. El joven Peter Böhm me sirvió de guía y fuimos a visitar las casas de Heinz Bienefeld. Era la primera vez que entraba en esas dos casas de Bienefeld en Colonia. Sábado a las nueve de la mañana. ¡Era algo digno de ver, algo absolutamente impresionante! ¡Esas casas con una increíble cantidad de detalles bellos, casi excesivos! Por doquier sientes la presencia de Heinz Bienefeld, de cómo hizo aquellas cosas. Y, luego, la gente. Uno era profesor, otro juez, y vestían como esa burguesía alemana acostumbra a hacerlo un sábado por la mañana.
Veías todas las cosas. Los objetos hermosos, los libros bellos, toda a la vista, instrumentos musicales, un
clavecín, violines, etc. Pero, ¡aquellos libros! Me quede muy impresionado, aquello era expresivo. Me
preguntaba si era tarea de la arquitectura crear un recipiente que contuviera todas aquellas cosas, o para
acoger el mundo del trabajo, o lo que sea; en definitiva, todo aquello que le permita a uno tener consigo esas
cosas. Permitidme una pequeña anécdota. Todo esto ya se lo conté, hace un par de meses, a mis alumnos.
Estaba también presente una asistente chipriota –es difícil crecer en Chipre –, una excelente arquitecta, que
había diseñado para mi una mesita de café, que luego quería tener también para ella. Mas tarde, después de
una charla en la que hablé sobre las cosas a mi alrededor de un modo más extenso que ahora, ella me dijo:
“No estoy en absoluto de acuerdo. Esas cosas no son más que un lastre. Tengo todo lo que poseo en mi
mochila. Me gustaría estar siempre de camino. No todo el mundo carga con ese lastre, la carga burguesa de
esas cosas”. Me quede mirándola y conteste: “¿Y qué pasa con esa mesita de café que querías tener?”. No
dijo ni una palabra más. Esto parece confirmar algo que todos nosotros ya sabemos. Os he puesto una serie
de ejemplos un poco nostálgicos. Pero pienso que ocurre lo mismo cuando proyecto un bar supercool en
alguna parte, o una discoteca, y, naturalmente, también tendría que ser igual en el caso de una casa de la
literatura, que requeriría un proyecto en que nada tuviera un aire demasiado ensimismado. Esa idea de que
cosas que nada tienen que ver conmigo como arquitecto tengan su lugar en un edificio, su lugar justo, me
ofrece una visión del futuro de mis edificios, un futuro que ocurre sin mi intervención. Esto me hace mucho
bien, me ayuda a imaginarme siempre el futuro de los espacios, de las casas que construyo, cuál será su uso
futuro. En inglés podría decirse “A sense of home” [“Un sentido de hogar”]. No sé cómo podría decirse en
alemán, quizás ya no podamos seguir diciendo Heimat [hogar, patria]. En mi cuaderno de apuntes encuentro
algo sobre el tema en Friedrich Nietzsche, en El caminante y su sombra, sobre la apariencia y el ser en el
mundo de las mercancías, y también en sus Fragmentos póstumos: “ante todo, ser (de la cosa), existencia
como cuerpo y substancia”. Y también me gustaría leer lo que dice Jean Baudrillard sobre esto en El sistema
de los objetos.
Hay otra cosa que siempre me ha preocupado y que encuentro particularmente interesante en mi trabajo. Es
el punto sexto; lo titularé Entre el sosiego y la seducción, y tiene que ver con el hecho de que nos movemos
dentro de la arquitectura. Sin duda, la arquitectura es un arte espacial, como se dice, pero también un arte
temporal. No se la experimenta en sólo un segundo. En esto coincido con Wolfgang Rihm: la arquitectura,
como la música, es un arte temporal. Es decir, cuando recapacito sobre como nos movernos en un edificio, no pierdo de vista esos dos polos de tensión con los que me gusta trabajar. Os pondré un ejemplo que tiene que ver con las termas de Vals. Para nosotros era increíblemente importante inducir a la gente a moverse
libremente, a su aire, e una atmosfera de seducción y no de conducción. Los pasillos de un hospital conducen a la gente, pero también pueden seducirla dejándola libre, permitiéndole pasear pausadamente, y esto forma parte de lo que nosotros, los arquitectos, podemos hacer. En ocasiones, lograrlo tiene un poco que ver con la escenografía. En las termas de Vals intentamos llevar las unidades espaciales hasta el punto de que se sostuvieran por sí mismas. Lo intentamos, no sé si lo conseguimos, pero creo que no están mal. Ahí están los espacios, y allí me encuentro yo, y ellos me mantienen en su ámbito espacial; no estoy de paso. Puede ser que este bien firme ahí, pero entonces algo me induce a ir hasta la esquina, donde la luz cae aquí y allá, y me pongo a pasear por ahí; tengo que decir que ése es uno de mis mayores placeres: no ser conducido, sino poder pasear con toda libertad, a la deriva, ¿sabéis? Me muevo como en un viaje de descubrimientos. Como arquitecto, tengo que asegurarme de que eso no se convierta, acaso sin quererlo, en un verdadero laberinto.
Vuelvo a introducir señales para orientarse, excepciones, ya sabéis qué me refiero. Conducir, inducir, dejar
suelto, dar libertad. Hay determinadas situaciones en la que resulta mucho más prudente e inteligente inducir
a la calma, al sosiego, que hacer correr a la gente de un lado para otro o andar buscando la puerta. Crear
lugares donde no haya nada que sirva de reclamo, donde se pueda simplemente estar. Así tendrían que ser,
por ejemplo, los auditorios, las salas de estar o los cines. En este sentido, en el cine nunca me canso de
aprender. Los cámaras y los directores trabajan con una estructura similar de secuencias. Yo intento hacer lo mismo en mis edificios; que me gusten a mí, y a vosotros y, sobre todo, que concuerden con su uso. Se debe acompañar hasta el final, preparar las cosas, estimular, la sorpresa agradable o la distensión, pero siempre, debo añadir, sin ser en absoluto académico; todo debe producir una sensación de naturalidad.
Séptimo. En la arquitectura hay aun algo muy especial que me fascina: La tensión entre interior y exterior.
Encuentro increíble que con la arquitectura arranquemos un trozo del globo terráqueo y construyamos con el
una pequeña caja. De repente, nos encontramos con un dentro y un afuera. Estar dentro, estar fuera.
Fantástico. Eso significa –algo también fantástico–: umbrales, tránsitos, aquel pequeño escondrijo, espacios
imperceptibles de transición entre interior y exterior, una inefable sensación del lugar, un sentimiento indecible que propicia la concentración al sentirnos envueltos de repente, congregados y sostenidos por el espacio,bien seamos una o varias personas. Y entonces tiene lugar allí un juego entre lo individual y lo público, entre las esferas de lo privado y lo público. La arquitectura trabaja con todo ello. Tengo un castillo, vivo en el y, hacia fuera, os muestro esta fachada. Esta fachada dice: yo –el castillo–, soy, puedo, quiero,
independientemente de lo que haya querido tanto el propietario como el arquitecto. Y la fachada también dice: pero no os enseño todo. Ciertas cosas están en el interior, y no os incumben. Esto ocurre tanto en el caso del castillo como en el de una vivienda en al ciudad. Utilizamos signos; observamos. No sé si mi apasionamiento os afecta de la misma manera; no se trata de ser un voyeur, todo lo contrario. Tiene mucho que ver con la atmósfera. Pensemos en la película La ventana indiscreta (1945) de Alfred Hitchcock. La vida de una ventana contemplada desde fuera. Un clásico. Se ve a aquella mujer vestida de rojo en la ventana iluminada sin saber qué está haciendo. Pero, entonces, ¡se ve algo! O el ejemplo contrario: Domingo por la mañana temprano (1930) de Edward Hopper. La mujer sentada en la habitación mirando por la ventana, el exterior, la ciudad.
Me enorgullece que a nosotros, arquitectos, se nos permita hacer cosas parecidas en cada edificio. Y siempre me lo imagino así en cada edificio que hago. ¿Qué quiero ver yo –o quienes vayan a utilizar el edificio– cuando estoy dentro? ¿Qué quiero que vean los otros de mí? ¿Y qué referencia muestro con mi edificio al exponerlo al público? Los edificios siempre comunican algo a la calle o a la plaza. Pueden decir a la plaza: me alegra estar en esta plaza. O bien pueden decir: soy el edificio más bello; todos vosotros sois realmente malos. Soy como una diva. Todo eso pueden decir los edificios.
Y ahora viene algo que siempre me ha interesado y de lo que me he percatado hace poco por primera vez.
No sé mucho sobre ello –pronto os daréis cuenta–, pero esta ahí. Es algo sobre lo que tengo que seguir
pensando. Le he puesto el epígrafe de Grados de intimidad. Tiene que ver con la proximidad y la distancia.
El arquitecto clásico lo llamaría ‘escala’, pero suena demasiado académico. Yo me refiero a algo más corporal que la escala y las dimensiones. Concierne a distintos aspectos: tamaño, dimensión, proporción, masa de la construcción en relación conmigo. Es más grande que yo, o mucho más grande que yo; o hay cosas en un edificio que son mucho más pequeñas que yo. Picaportes, bisagras o partes conectoras, puertas. ¿Conocéis esa puerta angosta y alta, ésa por la que la gente al pasar parece que cobra buena presencia? ¿La puerta –algo aburrida– ancha y un poco amorfa? ¿Conocéis esos grandes portales intimidatorios, ésos que confieren al encargado de abrirlos un aspecto imponente u orgulloso? A lo que me refiero es al tamaño, la masa y el peso de las cosas. La puerta fina y la gruesa. El muro grueso y el delgado. ¿Sabéis a que tipo de edificios me refiero? Me fascinan. Siempre intento hacerlos de modo que la forma interior, es decir, el espacio vacío interior, no sea igual a la forma exterior. Donde no se pueda, por tanto, coger una planta y simplemente dibujar unas líneas –que representan los muros, de doce centímetros de grosor, como división entre interior y exterior–, sino que dentro haya masas ocultas que no se perciben. Es como cuando subimos por entre los muros de una torre de iglesia hueca. Es un ejemplo de entre miles, que tiene algo que ver con ese peso y el tamaño. Tan grande como yo, más pequeño que yo. Es interesante que las cosas que son más grandes que yo puedan apabullarme, como un edificio que representa al Estado, un banco del siglo XIX o algo parecido, con columnas y demás. Pero, como ya os dije ayer, la villa Rotonda de Palladio es algo grande y monumental, y, sin embargo, al entrar no me siento en absoluto intimidado, sino, mas bien, me siento cercano a lo sublime, si se me permite utilizar esta palabra pasada de moda. El entorno no me amedrenta, sino que, de algún modo, me hace más grande o me deja respirar con mayor libertad; no sé cómo describir esa sensación, pero ya sabéis lo que quiero decir. Ahí se dan, sorprendentemente, ambas cosas. No se puede decir simplemente: claro, lo grande es malo, le falta escala humana, se oye a veces en conversaciones entre profanos, e incluso entre arquitectos. A escala del hombre significa algo así como de mi mismo tamaño. Pero no es tan sencillo.
Además se sebe tener en cuenta esa distancia o cercanía entre yo y lo construido. Siempre me gusta pensar
que hago algo para mi o para otra persona. Para mi solo, o para mi en grupo, lo cual es otra historia. ¿Visteis aquel hermoso café de estudiantes que mostramos antes? Aquí tenemos ahora una imagen de un maravilloso edificio de Le Corbusier. Me sentiría muy orgulloso de haberlo hecho yo. Es decir, para mí solo, para mí y para el resto del grupo, o para mí dentro de la masa. Un estadio de futbol. O un palacio. Soy de la opinión de que hay que pensar concienzudamente estas cosas. Creo que puedo pensarlas bien, todas ellas. Confieso que lo único con lo que tengo serios problemas, aunque me gustaría poder abordarlo, es el rascacielos. No consigo imaginar cómo tendría que hacer para sentirme bien en un rascacielos, conviviendo con otras muchas personas, 5.000 o no sé cuantas más. Generalmente veo en los rascacielos una forma externa con un lenguaje que habla con la ciudad, etc., que podrá ser bueno o malo. Lo que si puedo imaginarme bien es un estadio de futbol para 50.000 personas, esa historia de construir un inmenso cuenco que puede ser increíblemente hermoso. Ayer vimos el Teatro Olímpico de Vicenza. Nosotros ya lo tenemos más que oído de nuestro Goethe, quien lo vio todo antes, mucho antes. Miraba y miraba; eso es lo fantástico en él, que sabía mirar. Bien, éstos son los grados de intimidad que todavía son importantes para mí.
El último punto. Cuando anoté todas estas cosas hace un par de meses sentado en la sala de estar de mi
casa, me preguntaba: ¿Qué te falta? ¿Esto es todo? ¿Esos son todos tus temas? De repente, lo vi. Era
relativamente sencillo: La luz sobre las cosas. Estuve mirando durante cinco minutos qué pasaba con la sala
de estar de mi casa. Cómo era la luz. ¡Es fantástico! Seguro que os ocurre algo parecido. Me puse a examinar dónde y cómo daba la luz de lleno, dónde había sombras y cómo las superficies estaban apagadas, radiantes o emergían de la profundidad. Más tarde me di cuenta de lo mismo cuando Walter De María, un artista norteamericano, me mostró una nueva obra suya que había hecho para Japón: un inmenso vestíbulo, dos o tres veces más grande que este granero donde nos encontramos. Abierto en la parte delantera y totalmente oscuro en la trasera. En él se habían colocado dos o tres gigantescas bolas de piedra maciza, unas bolas inmensas. En el fondo había unas varillas de madera cubiertas de pan de oro. Ese pan de oro resplandecía surgiendo de la profundidad –eso ya hace mucho que lo sabemos, pero, cuando lo volví a ver, me volvieron a conmover–, de la negrura de aquel espacio. Es decir, ese oro parecía tener la propiedad de atrapar y reflejar minúsculas cantidades de luz en la oscuridad de fondo.
En este sentido, tengo dos ideas favoritas a las que vuelvo una y otra vez. Al hacer un edificio, no mandamos
llamar al experto electricista al final y le decimos: bueno, ¿Dónde pondremos ahora las luces y cómo lo
iluminamos? Al contrario, la imagen global ya está ahí desde el principio. Una de mis ideas preferidas es
primero pensar el conjunto del edificio como una masa de sombras, para, a continuación –como en un
proceso de vaciado–, hacer reservas para la instalación que permita las luces que queremos. Mi segunda
idea favorita –por cierto, muy lógica, no es ningún secreto, lo hace cualquiera– consiste en poner los
materiales y las superficies bajo el efecto de la luz, para ver cómo la reflejan. Es decir, elegir los materiales
con la plena conciencia de cómo reflejan la luz y hacer que todo concuerde. Me da mucha pena lo que he
visto estos días en esta región tan hermosa, el uso de la luz exterior en muchas casas de esta maravillosa
campiña, donde la naturaleza, la luz solar es de una belleza apabullante. Todas esas capas apagadas…, no
sé con qué las pintan; enseguida notas que están muertas. Una de cada diez casas sigue teniendo aún un
viejo rincón donde, de repente, notas que algo brilla. ¡Es tan hermoso poder elegir y combinar materiales,
telas, vestidos que luzcan a la luz! En lo que se refiere a la luz, natural y artificial, debo confesar que la
natural, la luz sobre las cosas, me emociona a veces de tal manera que hasta creo percibir algo espiritual.
Cuando el sol sale por la mañana –cosa que no me canso de admirar, pues es realmente fantástico que
retorne cada mañana– y vuelve a iluminar las cosas, me digo: ¡esa luz, esa luz no viene de este mundo! No
entiendo esa luz. Tengo entonces la sensación de que hay algo más grande que no entiendo. Siento un gozo
inmenso y estoy infinitamente agradecido de que haya algo así. Hoy mismo lo sentiré al salir de nuevo afuera.
Para un arquitecto, tener esa luz es mil veces mejor que tener luz artificial.
Ya estoy terminando y me pregunto: ¿era todo lo que necesitabas decir? Tengo que confesar lo siguiente:
aún tengo tres pequeños apéndices. Creo que los nueve puntos de los que he hablado hasta ahora no son
más que puntos de arranque de mi trabajo, de nuestro trabajo en el estudio. Quizá mi discurso os haya
parecido un poco idiosincrásico, pero en algunos puntos también hay una parte objetiva. Lo que voy a deciros ahora, en cambio, tiene mas que ver conmigo mismo y tal vez sea aún menos objetivo que otras cosas de las que he estado hablando hoy. No obstante, si hablo sobre mi trabajo no puedo dejar de mencionar lo que me conmueve. Todavía hay, pues, tres cosas más.
La primera de mis extralimitaciones, de mis incursiones trascendentes, seria afirmar: Arquitectura como
entorno. Me encanta la idea de hacer un edificio, sea un gran complejo o uno pequeño, que se convierta en
parte de su entorno. En un sentido handkiano (Peter Handke ha descrito de distintos modos el entorno, el
entorno físico, como aparece, por ejemplo, en un volumen de entrevistas titulado Pero yo vivo solamente de
los intersticios). Se trata, para mi –y no sólo para mi–, del entorno que pasa a ser parte de la vida de la gente, un lugar donde crecen los niños. Quizá, 25 años mas tarde, se acuerden inconscientemente de algún edificio en particular, de un rincón, de una calle, de una plaza, sin saber quienes son sus arquitectos, algo que
tampoco es importante. Pero si la imagen de que las cosas están ahí –yo también recuerdo muchas cosas así
del mundo–, de las que uno no es responsable, pero que te han conmovido y, en cierto sentido, te han
aliviado o ayudado. Para mí hay algo mucho más hermoso: imaginarme cómo un edificio mío será recordado
por alguien al cabo de 25 a 30 años. Quizás porque ahí beso a su primer amor. No importa la razón. Para
dejarlo claro, este hecho me gusta mucho más que la idea de que el edificio siga apareciendo en las obras de
referencia de arquitectura después de 35 años. Este sería un ámbito totalmente distinto, y no me sirve de
ayuda cuando me pongo a proyectar un edificio. He aquí mi primera incursión trascendente: intentar hacer
arquitectura como entorno. Quizá, en definitiva, esto tenga que ver un poco –supongo que será mejor
admitirlo– con el amor. Amo la arquitectura, amo el entorno construido y creo que lo amo cuando la gente
también lo ama. Tengo que admitir que me alegra hacer cosas que la gente ame.
Apéndice segundo. ¿Cómo se titula? Coherencia. No es más que una mera sensación. Es decir, todas estas
ideas sobre el hacer y producir arquitectónico tienen un lado totalmente distinto, un lado profesional, del que
no hablo aquí. Se trata solo de la labor del día a día en el estudio, algo de lo que se puede hablar en una
universidad o en el despacho, ¿no? Algo más académico. Me refiero a que me gustaría que el uso superase
todas esas cosas, las decisiones que se toman entre miles. En resumen, que el mayor cumplido que se me
puede hacer no es que alguien venga y diga sobre un edificio que he hecho: “ajá, aquí has querido hacer una
forma supercool!”, sino que todo encuentre su explicación en el uso. Este sería para mí el más bello cumplido.
No soy el único en el mundo de la arquitectura que lo dice; es una tradición antiquísima, también en literatura, en arte, etc. Pero creo que una expresión antigua aún más hermosa para referirse sea que las cosas llegan entonces a ser ellas mismas; son por ellas mismas, porque entonces son lo que quieren ser.
La arquitectura se ha hecho para nuestro uso. En este sentido, no es un arte libre. Creo que la tarea más
noble de la arquitectura es justamente ser un arte útil. Pero lo más hermoso es que las cosas hayan llegado a
ser ellas mismas, a ser coherentes por sí mismas. Entonces todo hace referencia a ese todo y no se puede
escindir el lugar, el uso y la forma. La forma hace referencia al lugar, el lugar es así y el uso refleja tal y cual
cosa.
Pero todavía falta algo, y esto es, de verdad, lo ultimo, aunque de alguna manera ya esta ahí. En los nueve
puntos y dos apéndices anteriores he evitado hablar sobre la forma.
Está claro que es una pasión personal que me ayuda mucho en mi trabajo. No trabajamos con la forma,
trabajamos con el resto de cosas, con el sonido, los ruidos, los materiales, la construcción, la anatomía, etc.
Desde el inicio, el cuerpo de la arquitectura es construcción, anatomía, lógica del construir. Nosotros
trabajamos con todas esas cosas, con un ojo puesto simultáneamente en el lugar y el uso. No tengo nada
mas que hacer; este es el lugar, puedo influir en el o no, y este es el uso que se persigue. Normalmente
tenemos una gran maqueta o un dibujo (la mayoría de las veces una maqueta) y puede ocurrir que haya en
ello una coherencia, que muchas cosas concuerden; me quedo mirando y me digo: si, todo cuadra, ¡pero no
es bello! Es decir, veo las cosas como si ya estuvieran acabadas. Creo que si el trabajo ha salido bien, las
cosas toman una forma ante la que yo mismo, después de tan largo trabajo, me quedo sorprendido. Una
forma de la que pienso: jamás hubiera podido imaginarme al principio que saldría algo así. Sólo ahora eso es
posible, después de todos estos años: arquitectura lenta. Entonces experimento una gran alegría, y también
me hace sentir orgulloso. Pero si, al final, aquello no me parece hermoso, esto es, no es bello para mi –digo,
conscientemente, simplemente bello, ya hay libros de estética que lo explican–, si la forma lograda no me
conmueve, vuelvo de nuevo atrás y empiezo desde el principio. Esto significa que el último capítulo, o mi
objetivo último, podría designarse probablemente como La forma bella. Quizás la encuentre de nuevo en los
iconos, a veces la encuentro en una naturaleza muerta, y todo ello me ayuda a ver cómo algo ha encontrado
su forma, pero también que puedo encontrarla en utensilios de la vida cotidiana, en la literatura o en piezas
musicales.
Gracias por haberme escuchado.

Peter Zumthor
Nacido en 1943 en Basilea, se formó como ebanista y como arquitecto en la
Kunstgewerbeschule de Basilea y en el Pratt Institute, Nueva York. Desde 1979 tiene su propio
despacho de arquitectura en Haldenstein, Suiza. Es profesor en la Academia di Architettura,
Universita della Svizzera Italiana, Mendrisio.
Obras importantes: protección del yacimiento arqueológico romano, Chur (Suiza, 1986), capilla
de Sogn Benedetg, Sumvitg (Suiza, 1988); viviendas para jubilados, Chur-Masans (Suiza, 1993);
termas, Vals (Suiza, 1996); Kunsthaus Bregenz, Bregenz (Austria, 1997); Pabellón de Suiza,
Expo’2000, Hannover (Alemania, 2000), Centro de documentación “Topografía del terror”, piezas
prefabricadas (1997), proyecto interrumpido en 2004 por las autoridades regionales de Berlín;
Kunstmuseum Kolumba, Colonia (Alemania, 2007); capilla Bruder Klaus, finca de Scheidtweiler,
Mechernich (Alemania, 2007).

viernes, 27 de septiembre de 2013

La invocación final. Walt Whitman

La invocación final
Suavemente, al fin,
Desde los muros de la fortificada ciudadela,
Desde el encierro de trabados cerrojos, desde las
 herméticas puertas custodiadas.
Déjame escapar por el aire.

Deja que callado me deslice,
Destraba con blanda llave los cerrojos, con un susurro
haz que las puertas se abran, oh alma.

Suavemente... ten paciencia,
(Fuerte me ciñes, oh carne mortal,
Fuerte me ciñes, amor)

de "Hojas de hierba". Walt Whitman 



miércoles, 25 de septiembre de 2013

Cada cual, con su quimera



Poema en prosa


CADA CUAL, CON SU QUIMERA

Bajo un amplio cielo gris, en una vasta llanura polvorienta, sin sendas, ni césped, sin un cardo, sin una ortiga, tropecé con muchos hombres que caminaban encorvados.

Llevaba cada cual, a cuestas, una quimera enorme, tan pesada como un saco de harina o de carbón, o la mochila de un soldado de infantería romana.

Pero el monstruoso animal no era un peso inerte; envolvía y oprimía, por el contrario, al hombre, con sus músculos elásticos y poderosos; prendíase con sus dos vastas garras al pecho de su montura, y su cabeza fabulosa dominaba la frente del hombre, como uno de aquellos cascos horribles con que los guerreros antiguos pretendían aumentar el terror de sus enemigos.

Interrogué a uno de aquellos hombres preguntándole adónde iban de aquel modo. Me contestó que ni él ni los demás lo sabían; pero que, sin duda, iban a alguna parte, ya que les impulsaba una necesidad invencible de andar.

Observación curiosa: ninguno de aquellos viajeros parecía irritado contra el furioso animal, colgado de su cuello y pegado a su espalda; hubiérase dicho que lo consideraban como parte de sí mismos. Tantos rostros fatigados y serios, ninguna desesperación mostraban; bajo la capa esplenética del cielo, hundidos los pies en el polvo de un suelo tan desolado como el cielo mismo, caminaban con la faz resignada de los condenados a esperar siempre.

Y el cortejo pasó junto a mí, y se hundió en la atmósfera del horizonte, por el lugar donde la superficie redondeada del planeta se esquiva a la curiosidad del mirar humano.

Me obstiné unos instantes en querer penetrar el misterio; mas pronto la irresistible indiferencia se dejó caer sobre mí, y me quedó más profundamente agobiado que los otros con sus abrumadoras quimeras.
CHARLES BAUDELAIRE

martes, 24 de septiembre de 2013

Trabajo de Estadía para 5to.


Show and Tell.

  • Trae a clase algo que quieras compartir con tus compañeros.  y habla durante 10 minutos sobre ello, delante de toda la clase. Piensa bien qué vas a presentar. :)

lunes, 16 de septiembre de 2013

José Bleger: Conducta

Psicología de la Conducta. José Bleger:
Capítulo II
Conducta 
1. La conducta en psicología
El término conducta o comportamiento ha sido incorporado a la psicología desde otros campos del conocimiento; fue ya anteriormente empleado en la química —y lo sigue siendo aún— para referir o dar cuenta de la actividad de una sustancia, un cuerpo, un átomo, etcétera. Posteriormente, Huxley lo introduce en biología para referirse también a las manifestaciones de la sustancia viva: célula, núcleo, etcétera; y Jennings, en psicología animal. En todos estos campos, el término se refiere al conjunto de fenómenos que son observables o que son factibles de ser detectados, lo cual implica la consigna metodológica de atenerse a los hechos tal cual ellos se dan, con exclusión de toda inferencia animista o vitalista. Se busca, por lo tanto, que su descripción y estudio sean una investigación libre -o lo más libre posible— de adiciones antropomórficas. Esta posición antimetafísica y antivitalista tiende en todas las ciencias a un mayor rigor científico, describiendo y explicando todos los fenómenos en función de los fenómenos mismos, sin tener necesidad de recurrir a potencias o fuerzas ajenas y distintas a los sucesos naturales. En el estudio del ser humano también se aplicó el término a todas las reacciones o manifestaciones exteriores, tratando así de que la investigación psicológica se convirtiera también sistemáticamente en una tarea objetiva, y —por lo tanto- la psicología en una ciencia de la naturaleza.
El término conducta, aplicado a las manifestaciones del individuo, tiene siempre la connotación de estar dejando de lado lo más central o principal del ser humano: los fenómenos propiamente psíquicos o mentales. Estos últimos serían realmente los fenómenos más importantes, dado que originan la conducta; y si estudiamos únicamente esta última, nos estamos ocupando sólo de productos y derivados, pero no del fenómeno central. Etimológicamente la palabra conducta es latina y significa conducida o guiada; es decir, que todas las manifestaciones comprendidas en el término de conducta son acciones conducidas o guiadas por algo que está fuera de las mismas: por la mente. De esta manera, el estudio de la conducta, considerada así, asienta sobre un dualismo o una dicotomía cuerpo mente, sobre la tradición del más puro idealismo, en el que la mente tiene existencia de suyo y es el punto de origen de todas las manifestaciones corporales; según esta perspectiva, el cuerpo es solamente un instrumento o un vehículo del que se vale la mente (alma) para manifestarse. La raíz religiosa de este esquema es fácil de deducir.
En la historia del concepto de conducta en psicología, tiene importancia el artículo de Watson publicado en 1913, que inicia la corriente o escuela llamada Conductismo o Behaviorismo, en el que sostiene que la
psicología científica debe estudiar sólo las manifestaciones externas (motoras, glandulares y verbales); aquellas que pueden ser sometidas a observación y registro riguroso, tanto como a verificación. Ya antes que Watson, Pillsbury había definido la psicología como la ciencia de la conducta y Angelí —integrante de la escuela funcionalista- anticipaba el reemplazo de la mente por la conducta como objeto de la psicología. Posiblemente entre los más importantes, en lo que respecta a la conducta como objeto de la psicología, haya que contar los estudios de P. Janet y los de H. Piéron. Este último formuló desde 1908, una psicología del comportamiento, y P. Janet hizo importantes aportes al tema de la psicología de la conducta, en la que incluía la conciencia, considerada como una conducta particular, como una complicación del acto, que se agrega a las acciones elementales. El mismo autor estudió la evolución de la conducta, describiendo una jerarquía de operaciones, compuesta de cuatro grupos: conducta animal, intelectual elemental, media y superior.
Pero aun con estos anticipos, el behaviorismo de Watson fue una verdadera proclama, consecuente y abierta, de una posición materialista en psicología; lo es, aun considerando todas sus limitaciones mecanicistas y los reparos puestos por diferentes autores a la verdadera paternidad de Watson sobre el concepto de conducta y —entre otros— las objeciones de H. Piéron, para quien el behaviorismo, como psicología específicamente norteamericana, sólo tiene de específico "sus exageraciones frecuentemente pueriles".
Sin entrar en esta polémica de la prioridad sobre el concepto de conducta en psicología, interesa saber que fue Watson el que promovió una de las escuelas que hicieron tambalear, aun más, el edificio de la psicología clásica y que —de distintas maneras y con diferentes valores— aportó elementos que conducen a nuevas posibilidades de la psicología. Tolman dice que, indiscutiblemente, se habló de la psicología como ciencia de la conducta antes de Watson, pero este último transformó la conducta en "ismo".
Watson incluyó en la conducta todos los fenómenos visibles, objetivamente comprobables o factibles de ser sometidos a registro y verificación, v que son siempre respuestas o reacciones del organismo a los estímulos que sobre él actúan. Intentó asentar la psicología sobre el modelo de las ciencias naturales, con una sólida base experimental, y por ello presentó una sistemática oposición a dos postulados fundamentales de la psicología clásica: a la introspección como método científico, y a la conciencia como objeto de la psicología. Sobre esto último, sin embargo, tal como lo sugiere Tilquin, quedan dudas de si la exclusión de la conciencia, por parte de Watson, es de carácter ontológico o metodológico.
Koffka incluye una división tripartita de la conducta, que presenta como muy semejante a la de McDougall; denomina procesos a la suma de movimientos observables, distinguiéndola del comportamiento y de las
vivencias. El comportamiento incluye los procesos que denomina efectivos o reales y para los que se emplean conceptos funcionales, mientras que para los fenómenos o vivencias se utilizan conceptos descriptivos. Explica estos conceptos con ejemplos sencillos. Si se observa un leñador y se determina que el número de leños que parte por minuto va disminuyendo, se está haciendo una observación del comportamiento, es decir, de procesos efectivos o reales; si sobre esta base se determina la
fatiga del leñador, se está describiendo su comportamiento con un concepto funcional. En otro ejemplo similar, una persona desconocida pierde algo en la calle y yo lo recojo y se lo entrego; si al día siguiente vuelvo a encontrarla, esa persona reacciona de otro modo; describo su comportamiento diciendo que me ha reconocido o que me recuerda, utilizando un concepto descriptivo.
Las vivencias o fenómenos están constituidos por los pensamientos u opiniones que cada sujeto puede expresar. El leñador puede decir que está fatigado, y el desconocido de ayer, que me reconoce. Pero puede haber contradicción o una falta de paralelismo entre la descripción funcional de su comportamiento y las vivencias que realmente tienen esos individuos.
La conducta externa y la conducta interna están "no sólo acopladas por fuerza y accidentalmente, sino emparentadas por esencia y unidas objetivamente".
Según Koffka, Thorndike también emplea la palabra conducta de la misma manera o con la misma extensión, es decir, incluyendo el aspecto fenoménico.
Jaspers es otro de los autores que intentó unificar los fenómenos que estudia la psicología, ordenándolos en cuatro grupos, según el grado de perceptibilidad de los mismos; el primero es el de los fenómenos vivenciados; el segundo, el de las funciones o rendimientos objetivos (memoria, inteligencia, trabajo, etcétera); el tercero, el de las manifestaciones corporales concomitantes; y el cuarto, el de las objetividades significativas (expresiones, acciones, obras).
Lagache ha dedicado mucha atención a este tema y define la conducta como la totalidad de las reacciones del organismo en la situación total.
Reconoce en ella:
1) la conducta exterior, manifiesta;
2) la experiencia consciente, tal como ella es accesible en el relato, incluyendo las modificaciones somáticas subjetivas;
3) modificaciones somáticas objetivas, tal como ellas son accesibles a la investigación fisiológica;
4) los productos de la conducta; escritos, dibujos, trabajos, tests, etcétera.
El término conducta se ha convertido así, en la actualidad, en patrimonio común de psicólogos, sociólogos, antropólogos, sin que por este solo empleo se esté filiado en la escuela del behaviorismo; inclusive se ha
convertido en un término que tiene las ventajas de no pertenecer ya a ninguna escuela en especial y de ser lo suficientemente neutral como para constituir o formar parte del lenguaje común a investigadores de distintas
disciplinas, campos o escuelas.
De esta manera, el empleo que vamos a hacer nosotros del término está fuera de los límites de la escuela conductista o de alguna de sus variantes, aunque por otra parte resume y recoge las consecuencias, para la psicología, de la revuelta watsoniana, tanto como las de la Gestalt y el psicoanálisis. Incluimos así bajo el término conducta, todas las manifestaciones del ser humano, cualesquiera sean sus características de presentación, ampliando de esta manera el concepto a sectores mucho más vastos que los que caracterizan al conductismo. Es lo que han hecho, entre otros, Koffka, Janet, Lagache y —entre nosotros— E. Pichón Riviére. Al conjunto de manifestaciones del ser humano que llamamos conducta, está dedicado el presente estudio.
Adoptamos, como punto de partida, las definiciones que da Lagache sobre conducta, como "el conjunto de respuestas significativas por las cuales un ser vivo en situación integra las tensiones que amenazan la
unidad y el equilibrio del organismo"; o como "el conjunto de operaciones (fisiológicas, motrices, verbales, mentales) por las cuales un organismo en situación reduce las tensiones que lo motivan y realiza sus posibilidades".
En el ser humano este conjunto de operaciones tiene una estructura muy compleja que iremos distinguiendo en el curso de nuestra exposición.
2. La conducta como fenómeno central en la psicología
Trabajar en psicología con el concepto de conducta es una especie de retorno a "los hechos mismos", en la medida en que esto es factible en cualquier ciencia; este atenerse a los hechos, tal cual se dan y tal como
existen, permite confrontación de observaciones, verificación de teorías y comprensión unitaria de aportaciones ubicadas en distintos contextos o encuadres teóricos.
Nuestro estudio de la conducta se hace en función de la personalidad y del inseparable contexto social, del cual el ser humano es siempre integrante; estudiamos la conducta en calidad de proceso y no como "cosa",
es decir, dinámicamente. Mowrer y Kluckhohñ enumeran cuatro proposiciones "mínimas esenciales" de una teoría dinámica de la personalidad, a saber:
1. La conducta es funcional. Por funcional se entiende que toda conducta tiene una finalidad: la de resolver tensiones.
2. La conducta implica siempre conflicto o ambivalencia.
3. La conducta sólo puede ser comprendida en función del campo o contexto en el que ella ocurre.
4. Todo organismo vivo tiende a preservar un estado de máxima integración o consistencia interna. Coinciden en estos cuatro puntos el psicoanálisis, la antropología social y la psicología del learning. El psicoanálisis ha demostrado la continuidad entre los fenómenos normales y patológicos de conducta; la antropología social tuvo una gran influencia en esta aceptación de la conducta, como estructura unitaria, al romper la distinción categórica entre sociedades "civilizadas" y "salvajes"; la psicología del learning ha contribuido a integrar nuestra comprensión de los atributos y capacidades, vistos como únicamente "humanos", y las características de conducta manifestadas por el mundo "animal".
Los aportes con que se cuenta en la psicología contemporánea son copiosos y contradictorios. Aquí desarrollamos nuestra perspectiva de que la conducta es la unidad de estudio de toda la psicología y de todas las escuelas; no que lo será, sino que ya lo ha sido. Sean cuales fueren los fundamentos teóricos y los "modelos" de pensamiento empleados, todas las corrientes y todos los campos psicológicos han estado estudiando consciente o inconscientemente la conducta. Esa unidad de la cual todos han partido es multiforme y contradictoria, en constante devenir. Por ello,
1° que intentamos en nuestro estudio presente es una dialéctica de la conducta, de la que las distintas escuelas han tomado sólo fragmentos diferentes y con ello han distorsionado las relaciones reales entre los momentos del proceso dialéctico único.
3. Unidad y pluralidad fenoménica de la conducta
Desde antiguo se reconocen en el ser humano dos tipos distintos de fenómenos, a los que pueden reducirse todas sus manifestaciones. Uno es concreto, aparece en el cuerpo y en actuaciones sobre el mundo externo;
aunque nunca puede existir una acción sobre un objeto sin que concomitantemente ocurra una modificación o movimiento del cuerpo, puede suceder que uno u otro sean, en momentos distintos, le más importante.
Así, consideramos una conducta concreta corporal cuando se trata, por ejemplo, del enrojecimiento o palidez de la cara, mientras que calificamos de conducta concreta en el mundo extremo a, por ejemplo, concurrir a un sitio, conducir un automóvil, aunque para ello se necesite lógicamente de las modificaciones corporales. Otro tipo de conducta incluye todas aquellas manifestaciones que no se dan como acciones materiales y concretas sino de manera simbólica; estas ultimas son los fenómenos reconocidos como mentales.
Estos son los fenómenos de conducta de los que siempre se ha partido en el estudio psicológico. Las diferencias doctrinarias derivan todas, no de la psicología misma, sino de aplicar a la psicología doctrinas científicas e ideologías que toman selectiva y preferentemente sólo algunos de estos fenómenos y los relacionan de una manera dada, o bien olvidan o postergan los fenómenos reales reemplazándolos por abstracciones o entes de los que hacen depender los fenómenos menos reales (alma, espíritu, etcétera);
en esta última forma se procede no ya sólo en el campo religioso o metafísico, sino en el mismo campo científico. Por ejemplo, existen fenómenos que llamamos mentales; de ellos se deriva el concepto abstracto de "mente", que pasa muy pronto a tener independencia y vida propia, de tal manera que el fenómeno concreto está contenido o resulta de un hipotético funcionamiento de una abstracción, instituida en entelequia.
Para nosotros hay fenómenos mentales, pero no hay una "mente"; hay fenómenos y valores espirituales, pero ello no implica que haya un espíritu.
En esta forma, los dos tipos de fenómenos (concretos y simbólicos) dieron lugar a un dualismo sustancial, de la pluralidad fenoménica se hizo una trasposición a un dualismo sustancial. Es como si se describieran, por
ejemplo, el rayo y el trueno no como fenómenos ligados a un mismo suceso, sino dependiente cada uno de ellos de una especial y particular categoría sustancial, entre las cuales se postulan correlaciones muy complejas y discutidas. Este tipo de trasposición idealista procede de la religión (y de la organización social que la sustenta); tiene una línea de evolución que está ligada a la mitología, donde se hacía depender el rayo y el trueno cada uno de un dios particular, y la aparición de los fenómenos se describía no como fenómenos, sino como una lucha entre el dios del rayo y el dios del trueno.
Para nosotros, la pluralidad fenoménica tiene su unidad en el fenómeno de la conducta misma, en el funcionamiento altamente perfeccionado del sistema nervioso central, y en el ser humano considerado siempre como persona en cada una de sus manifestaciones, vinculado en su condición humana al medio social.
Siguiendo a Pichón Riviére, representamos los tres tipos de conducta como tres círculos concéntricos y los enumeramos como uno, dos y tres, que corresponden respectivamente a los fenómenos mentales, corporales y los de actuación en el mundo externo. El mismo autor, estudiando muy detalladamente este esquema y su dinámica en psicología y psicopatologia, ha llamado a estos círculos tes Áreas de la conducta.
Mowrer y Kluckhohn refieren que los psicólogos se hallan polarizados fundamentalmente en dos grupos: los mecanicistas y los finalistas (telelogistas); para los primeros los estímulos producen movimientos y centran
estudio en esta relación, mientras que los finalistas están interesados por estudio de la relación entre los movimientos del cuerpo y los efectos resultantes.
4. Coexistencia y preponderancia de las áreas de la conducta
La conducta siempre implica manifestaciones coexistentes en las tres áreas; es una manifestación unitaria del ser total y no puede, por lo tanto, aparecer ningún fenómeno en ninguna de las tres áreas sin que implique
necesariamente a las otras dos; por lo tanto, las tres áreas son siempre coexistentes. El pensar o imaginar —por ejemplo— (conductas en el área de la mente) no pueden darse sin la coexistencia de manifestaciones en el cuerpo y en el mundo externo y —respectivamente- también a la inversa. ta permanente coexistencia de las tres áreas no excluye el predominio de alguna de ellas en un momento dado, predominio que permite
calificar a la conducta como perteneciente a cada una de las tres áreas.
7. Predominio sucesivo o alternante de las áreas de la conducta
La conducta es una unidad que tiene una triple manifestación fenoménica, en cuanto se da al mismo tiempo en las tres áreas, que son así siempre coexistentes, aunque con un predominio relativo en alguna de ellas, lo que nos permite calificar la conducta como mental, corporal o en el mundo externo. Pero este predominio es relativo, en el sentido de que puede alternar o sucederse con el predominio en otra de las áreas. Se puede, por ejemplo, reaccionar con ansiedad frente a una situación dada (área de la mente); posteriormente, en otro momento, puede ceder totalmente esta manifestación y aparecer en su lugar palpitaciones (área del cuerpo), o bien ser ambas reemplazadas por una conducta inestable en una actividad (área del mundo externo). Esta alternancia puede hacerse en todas las direcciones y tener siempre el mismo significado, es decir, ser una misma reacción (ansiedad) a una situación dada. Pero en esa alternancia o sucesión de las áreas 
puede haber una progresiva modificación del sentido de la conducta: a las manifestaciones en el área uno, puede suceder una conducta en el área tres, que modifica la situación y a su vez modifica, ulteriormente, la conducta en el área uno.
La alternancia del predominio puede significar un proceso estereotipado, como en el caso de que el significado de la conducta sea siempre el mismo, o bien puede ser un proceso dialéctico, como en el caso del pensar y realizar en concordancia; a su vez la realización modifica el pensar, y así sucesivamente.
8. Predominio estable de un área de la conducta
Por otra parte, el predominio de una de las áreas puede ser permanente, en el sentido de que las otras dos están muy poco desarrolladas o no se emplean como áreas de expresión de la conducta. Sobre esta base se puede estructurar o construir una verdadera tipología que, por otra parte, coincide con tipologías o clasificaciones de la personalidad, ya desarrolladas porutores. En todo caso, lo que interesa no es una nueva tipología,señalar nuevamente cómo, con mayor o menor consecuencia, en psicología se ha tomado siempre como un punto de partida la observación y estudio de la conducta.
Las personas clasificadas como esquizoides tienen un predominio estable del área de la mente, en la que se manifiesta toda su conducta en forma preponderante, con escasa o nula intervención de reacciones o manifestaciones corporales, tanto como de actividad o actuación en el mundo externo. Tal vez sería mejor decir que los que presentan esta modalidad de expresión de la conducta han sido clasificados como esquizoides, introvertidos. En contraposición a éstos se hallan los "hombres de acción", en quienes todo transcurre en el área tres, con intervención escasa o nula de las manifestaciones mentales y corporales.
Un tercer tipo está constituido por aquellos en quienes predomina el área corporal: tienen palpitaciones si
tienen miedo, apetito si están contentos, constipación si están frustrados, acidez estomacal si se enojan, etcétera. Constituyen el grupo reconocido como el de las personalidades infantiles.
9. Coincidencia y contradicción de las áreas de la conducta
Hemos visto que en el predominio sucesivo o alternante de las áreas de la conducta, estas manifestaciones pueden ser coincidentes, en cuanto a su significado o sentido, en respuesta a una situación dada; es el ejemplo que hemos dado de la ansiedad, percibida como tal (área 1),reemplazada por palpitaciones (área 2), o por inestabilidad en una tarea (área 3). Este es un tipo de coincidencias cuando el predominio alterna.
Otro tipo de coincidencia se da cuando las manifestaciones de las tres áreas coexisten en forma relativamente equivalente y de tal manera que todas tienen el mismo sentido o constituyen una misma reacción a una situación dada. Es el caso en que se dan al mismo tiempo los tres tipos de reacción del ejemplo antes anotado.
Un fenómeno de gran importancia es el de la contradicción entre las manifestaciones de las distintas áreas de la conducta. Esta contradicción puede ser sucesiva o coexisten te y en ambos casos puede ser en la misma o en diferentes áreas.
La contradicción sucesiva se refiere a que conductas polares, por ejemplo aceptación-rechazo, pueden aparecer sucesivamente como manifestaciones en la misma o en diferentes áreas (sentir el rechazo y después actuar aceptando). La contradicción coexistente en la misma unidad de la conducta en un mismo momento, es un fenómeno de enorme interés para la psicología y la psicopatología, que rompe necesariamente con los cuadros del formalismo lógico y en el cual una cosa puede ser y no ser al mismo tiempo. Esto sólo
se puede comprender con la introducción del pensamiento dialéctico, que reconoce como real la contradicción en la unidad. Como fenómeno fue descripto y estudiado por Freud, aunque derivando de ello consecuencias teóricas no del todo correctas por falta del instrumento necesario (el pensamiento dialéctico). Freud se esforzó por hacer entrar sus descubrimientos en el cuadro del pensamiento formal, sin reparar en que lo que descubría rebasaba y hacía entrar en crisis, también en la psicología, al pensamiento formal.
Respecto del fenómeno que reseñamos, la duda es un ejemplo de la existencia de manifestaciones contradictorias en una misma área al mismo tiempo; esto puede darse en el área del cuerpo y del mundo externo en forma de vacilación e inseguridad, respectivamente.
La contradicción en distintas áreas ocurre, en un mismo momento, también tanto en condiciones normales como patológicas, cuando por ejemplo se desea concurrir a una entrevista y al mismo tiempo se llega
después de la hora fijada (contradicción entre áreas uno y tres); cuando se desea ser cordial y al mismo tiempo se está tenso (áreas uno y dos), cuando se actúa afectuosamente y al mismo tiempo se está con el cuerpo tenso (áreas tres y dos).
Estas contradicciones entre las manifestaciones en las distintas áreas de la conducta, que se presentan en forma simultánea, corresponden al fenómeno más general de disociación de la conducta o división esquizoide, cuyo grado o magnitud puede ser muy variable.
El carácter contradictorio o conflictivo de la conducta fue estudiado muy detalladamente por Freud y constituye un aporte fundamental de la escuela psicoanalítica, pero Freud, que no mantenía la teoría en el plano de la conducta concreta, se vio llevado a la hipótesis de la existencia de una segunda mente o una parte especial de la mente, que ya no era de carácter consciente, sino inconsciente, y que estaba con la parte consciente en un juego recíproco, de cuyos vaivenes dependía la conducta concreta. Estamos, otra vez, ante el fenómeno del "mentalismo" que antes reseñamos como una de las variantes o modalidades del idealismo en psicología.
Si la disociación o la división esquizoide no se mantiene, ocurre otro fenómeno ya estudiado también atentamente por Freud; el de la conducta como transacción entre ambos términos en conflicto. Una disociación de la conducta (división esquizoide) evita la aparición del conflicto aunque, por supuesto, sin resolverlo, mediante una división y separación de los términos opuestos o antinómicos.
Bibliografía
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