Área: Psicología
Tema: Relación Alma y cuerpo a través del tiempo
Consignas:
1. Leer el material bibliográfico subido al blog, anotar y buscar en el diccionario el significado de los términos desconocidos. Escribirlos en la carpeta.
2. Explicar, a partir de la lectura realizada:
- ¿Qué idea de alma sostenía Platón? Siempre considerando su concepción filosófica de mundo
- ¿Qué pensaba Aristóteles respecto a éste tema? ¿En qué se diferencia con su maestro?
3. ¿Cuál es la concepción medieval de alma? ¿A qué gran movimiento se integra el pensamiento griego?
4. Pensar y expresar, qué vigencia tienen éstas ideas en la actualidad?
domingo, 31 de marzo de 2013
martes, 26 de marzo de 2013
viernes, 22 de marzo de 2013
Relación alma y cuerpo a través del tiempo: parte III
2. Intentos de solución al
problema de la relación mente- cuerpo
El problema de la relación entre la mente y el
cuerpo que surge del planteamiento cartesiano fue objeto de discusión durante
los siglos siguientes y dista aún hoy de estar resuelto. Para resolver este
problema, Descartes propuso la existencia de un punto en el cerebro humano (la glándula pineal, que Descartes
consideraba erróneamente que sólo se encontraba en los seres humanos) donde se
establecía esta comunicación. Pero esta solución era totalmente inaceptable ya
que suponía la afirmación de una sustancia que sería pensante y extensa a la
vez lo que era contradictorio con la propia definición cartesiana de la
sustancia.
Los filosofos
racionalistas trataron de resolver el problema que presentaba el dualismo
mente – cuerpo, manteniendo la noción de sustancia de Descartes: los fenómenos
físicos y los fenómenos mentales son totalmente diferentes, pero ni los
procesos psíquicos causan los físicos ni viceversa, aunque hay una
correspondencia estricta entre unos y otros. Los principales intentos de
solución a este problema fueron los siguientes:
a)
El ocasionalismo de
Malenbranche:
Cada vez que se produce un movimiento en el
alma, Dios interviene para producir el correspondiente movimiento en el cuerpo,
y viceversa.
b)
El monismo de Spinoza:
Extensión y pensamiento no son propiamente
sustancias sino dos de los atributos de una única sustancia infinita: Dios o
Naturaleza. Las ideas y las cosas serían modos de esa sustancia y se
corresponderían estrictamente como las dos caras de una misma realidad.
c)
La armonía
preestablecida de Leibniz:
En el momento de la creación, Dios ha
establecido una perfecta armonía entre las dos sustancias, como si se tratara
de dos relojes perfectamente sincronizados que dan la misma hora.
2.
La disolución del
sujeto cartesiano
El dualismo sustancial de Descartes fue puesto
en cuestión por una serie de desarrollos filosóficos y científicos posteriores:
a)
El
empirismo y el positivismo eliminaron el problema de la relación entre la mente
y el cuerpo del único modo que era posible: eliminando la noción cartesiana de
sustancia. Abrieron con ello el camino al estudio de los fenómenos mentales
utilizando la metodología aplicada a los fenómenos físicos.
b) El evolucionismo de
Darwin puso en cuestión la radical separación entre el hombre y el animal y
abrió la posibilidad de que no solo los seres humanos sino también los animales
tuvieran mente.
c)
El
psicoanálisis de Freud puso en cuestión la identidad de la mente con la
conciencia al afirmar la existencia de pensamientos y sentimientos
inconscientes que actúan sobre la conducta.
a)
El empirismo y el
positivismo: constitución de la Psicología como ciencia
Los filósofos empiristas ingleses de los siglos
XVII y XVIII rechazaron la afirmación cartesiana de que las leyes lógicas del
pensamiento están ya impresas en la mente en el momento del nacimiento,
retomando la noción aristotélica de que la mente no tiene ningún contenido en
el momento del nacimiento y que todas las ideas, incluso las leyes lógicas del
pensar, se adquieren a través de la experiencia. Por consiguiente, todas las
ideas de la mente tienen su origen en la experiencia sea esta experiencia del
mundo exterior o experiencia de los propios estados internos. Pero no podemos
tener experiencia de sustancia alguna:
1.
Lo
que nos ofrece la experiencia externa son las cualidades de las cosas (olores,
colores, sabores, figuras magnitudes, etc.) pero no de la sustancia a la que
están adheridas tales cualidades.
2.
Lo
que nos ofrece la experiencia interna es tan solo un flujo permanente de
estados mentales, pero no es posible percibir ningún yo sustancial.
Las ideas
simples (un determinado color, un olor, etc) son combinadas por la mente
para formar ideas complejas (las
ideas de las cosas) por medio de determinadas leyes de asociación (por semejanza, por contigüidad en el espacio y el tiempo y por relación de causa-efecto), que pueden descubrirse mediante la
observación y la experimentación como las leyes físicas. De este modo, frente a
la introspección, proponen el asociacionismo,
como método psicológico y abren el camino a una investigación de los fenómenos
mentales semejante al estudio científico de los fenómenos físicos.
El empirismo ingles constituyo uno de los
pilares fundamentales de la filosofía
positivista que llego a dominar el pensamiento europeo durante el siglo
XIX. Para el positivismo, el único conocimiento admisible es el que procede de
los hechos y las relaciones entre los hechos, en el ámbito de la experiencia
sensible (de los sentidos). El movimiento positivista trata de extender el
método de investigación de las ciencias naturales al estudio de la mente humana
y la sociedad, partiendo de los hechos comprobables por la experiencia para formular
las leyes que los rigen.
Por otro lado, durante el siglo XIX una serie
de investigaciones y descubrimientos contribuyeron a allanar el camino para la
aparición de una psicología científica:
a)
La frenología: Franz
Joseph Gall
(1758 – 1828) relacionó las facultades psíquicas con determinadas zonas del
cerebro de modo que la forma y las dimensiones de las distintas zonas
implicarían un mayor o menor desarrollo de las funciones psíquicas relacionadas
con ellas. Se crearon diversas técnicas de medición y examen del cráneo y se
creó una tipología según la cual la forma y estructura del cráneo determinaba
el desarrollo de una personalidad normal o patológica, deficiente o genial,
social o antisocial.
b)
La psicofísica: también avanzo mucho
el estudio de la fisiología del sistema nervioso y de la sensación. Charles Bell describió las funciones de
los nervios motores y sensitivos y mostro la relación de los mismos con las
diferentes partes del cerebro según sus funciones. Pierre Flourens investigó las funciones del cerebelo. Ernst Heinrich Weber estableció su ley
de la sensación (o ley de Weber) en la que formulaba la relación matemática que
existía entre la intensidad de un estímulo y la sensación producida por éste.
Estos y otros descubrimientos llevaron a la convicción de que era posible
explicar mediante principios físico-químicos todos los actos humanos.
Es en este marco que,
en el último tercio del siglo XIX, Wilhem
Wunt (1832 – 1920) funda la Psicología como ciencia de la mente y sus
contenidos, en base a métodos rigurosos de observación y experimentación.
b)
La teoría de la
evolución
En 1859, Charles
Darwin (1809 – 1882) publicó su obra “El
origen de las especies por medio de la selección natural” donde explicaba
su teoría de que dentro de una misma especie surgen de forma natural
variaciones que pueden ser para el individuo que las posee beneficiosas o
perjudiciales para la adaptación a su ambiente específico. Cuando una variación
da una ventaja adaptativa el individuo mejora sus posibilidades de
supervivencia y reproducción, transmitiendo a sus descendientes sus rasgos,
incluida la variación. A través de las sucesivas generaciones la variación
original se irá haciendo cada vez más adaptativa al medio llegando de este modo
a aparecer una especie nueva que se diferencia significativamente de la que le
dio origen.
En 1871, Darwin publicó su obra “El origen del hombre” donde afirmaba la
continuidad evolutiva entre algunas especies de primates y el hombre,
continuidad presente también en el psiquismo. De este modo, el hombre y el animal tendrían básicamente las mismas
capacidades psíquicas, si bien en grado muy diferente.
Posteriormente, Herbert Spenser (1820 – 1903) fundamentó la psicología en la
biología evolucionista afirmando que lo psíquico surge en el curso de la
evolución fisiológica del sistema nervioso y el cerebro.
c)
El psicoanálisis
freudiano
Creada por Sigmund
Freud (1856 – 1939) para explicar y tratar el comportamiento mental
patológico, pero explicaba también los mecanismos que determinan el
comportamiento de los individuos considerados normales.
Según Freud, en la mente humana existen
procesos que inciden en la conducta sin estar controlados por la conciencia.
Estos procesos psíquicos inconscientes, que están regulados por leyes propias
distintas de las que gobiernan la conciencia, determinan buena parte de la vida
psíquica. El inconsciente puede ser conocido a través de sus manifestaciones en
los actos fallidos, sueños y síntomas neuróticos, cuyo significado debe ser
desentrañada por medio del análisis.
Para Freud, la conducta del hombre está regida
por dos tipos de instintos: los
instintos de conservación del yo (hambre, sed) y los instintos sexuales. Mientras la primera clase de instintos no
pueden ser reprimidos sin poner en peligro la vida del individuo, los instintos
sexuales pueden ser reprimidos. Más tarde, Freud añadiría el instinto de muerte, en el que se fundamentaría
la conducta agresiva.
En el curso del desarrollo infantil, el niño
pasa de ser una masa de instintos desorganizados, regidos por el principio de placer, que exige una
satisfacción inmediata de las necesidades, a un individuo socializado en el seno
de una determinada sociedad, ajustando la satisfacción de sus necesidades a las
normas morales, costumbre y leyes de la sociedad. En el curso del proceso de
socialización, el principio de placer es sustituido por el principio de realidad: el individuo pospone el placer inmediato por
miedo a ser castigado si contraviene las normas sociales.
Los impulsos reprimidos por el individuo no
desaparecen simplemente sino que siguen presentes en el seno del inconsciente y
se manifiestan de forma simbólica en los actos fallidos, los sueños y los
síntomas neuróticos. Los deseos y pensamientos moralmente inaceptables, (que
constituyen el contenido latente),
se transforman en una experiencia consciente, aunque no inmediatamente
comprensible, a veces absurda, denominada contenido
manifiesto.
La sexualidad adulta es el resultado de un
complejo proceso de desarrollo que comienza en la infancia, pasa por una serie
de etapas ligadas a diferentes funciones y áreas corporales (oral, anal y
genital), y se corresponde con distintas fases en la relación del niño con los
adultos, especialmente con sus padres. En este desarrollo es esencial el período edípico, que transcurre,
aproximadamente, entre los 4 y 6 años de edad, momento en el que el niño
establece un vínculo afectivo especial con su progenitor del sexo opuesto, con
lo que el progenitor del mismo sexo es considerado un rival. El modo como el
niño/a supere éste período, será decisivo en su vida posterior, especialmente
en sus relaciones afectivas.
I.
Planteamiento actual:
mente y cerebro
Los avances científicos que se han producido
durante los últimos 150 años sobre la estructura y el funcionamiento del
sistema nervioso han puesto de manifiesto el papel rector que el cerebro ejerce
respecto del resto del organismo. Todas las funciones orgánicas están reguladas
por el cerebro y hay un permanente flujo de información entre los órganos y el
cerebro.
En los últimos años se han desarrollado una
serie de técnicas que han permitido un avance espectacular del estudio del
cerebro:
1)
Se
han delimitado distintas áreas de la corteza cerebral especializadas en recibir
y procesar las informaciones sensoriales y controlar las reacciones musculares:
áreas auditivas, visuales, motoras, etc.
2) Sin embargo, estas
áreas especializadas no representan apenas una cuarta parte de la corteza
cerebral, el resto, las denominadas áreas
de asociación, no cumplen ninguna función específica y parecen estar
encargadas de interpretar, integrar y coordinar las informaciones procesadas
por las áreas sensoriales y motoras.
Las áreas de asociación serían responsables así de nuestras funciones mentales
superiores: lenguaje, pensamiento, razonamiento, memoria, planificación de la
acción, creatividad, etc.
3) Cada uno de los
hemisferios controla y ejecuta funciones diferentes o aspectos diferentes de
una misma función. En términos generales, parece que en la mayor parte de las
personas el hemisferio izquierdo controla la habilidad lingüística, numérica y
de pensamiento analítico, mientras que el hemisferio derecho controla las
habilidades espaciales complejas, como la percepción de patrones y aspectos de ejecución
artística y musical.
4) Sin embargo, las
actividades complejas requieren de la interrelación de los dos hemisferios. Así,
por ejemplo, cuando leemos un relato, el hemisferio izquierdo entiende el
significado de las palabras, pero es el hemisferio derecho el que capta el
contenido emotivo y las imágenes utilizadas.
5) Por otra parte, hay
muchas funciones, principalmente de las áreas primarias sensoriales y motoras
que parecen idénticas en ambos hemisferios. En definitiva, hay una
especialización funcional pero la actividad conjunta de ambos hemisferios es
necesaria para el funcionamiento integral del cerebro. La participación de los
dos hemisferios en las actividades psicoorgánicas es variable según los
individuos: las reglas a que esto obedece y las razones que la determinan
(genéticas, sociales) son todavía poco conocidas.
6)
Por
consiguiente, aunque ciertas funciones de la mente están localizadas en
determinadas regiones cerebrales, el cerebro se comporta como un todo
unificado.
Estos descubrimientos ponen
de manifiesto ante todo lo mucho que queda por conocer en torno al cerebro humano,
pero han sido suficientes para replantear el problema clásico de la relación entre
el cuerpo y la mente o alma en términos de la relación entre el cerebro, en cuanto
centro que recibe los estímulos del medio, los integra con la experiencia acumulada
y diversas estructuras, produciendo las respuestas correspondientes, y la mente,
como conjunto de los procesos de recepción y procesamiento de información y de la
ejecución o inhibición de las respuestas.
La estructura del problema,
sin embargo, sigue siendo básicamente la misma: ¿son los procesos mentales distintos
a los procesos cerebrales? Si son idénticos, ¿cómo los procesos cerebrales producen
los procesos mentales? Si mente y cerebro son realidades distintas, ¿cómo interactúan
entre sí?
domingo, 17 de marzo de 2013
Relación alma y cuerpo a través del tiempo II
4. Pensamiento
medieval
Los
planteamientos platónicos y aristotélicos llegaron hasta la filosofía medieval,
los autores de esta época trataron de hacerlos compatibles con los dogmas de la
religión cristiana y, fundamentalmente, con el dogma de la creación.
Frente
a la idea griega de la eternidad del Cosmos, el cristianismo afirma la
existencia de un Dios creador de todas las cosas. El alma humana ha sido creada
de la nada por Dios y constituye un puente de unión entre lo material y lo
divino. En algún momento entre la fecundación y el nacimiento crea Dios el alma
individual de cada ser humano. La unión
entre el alma y el cuerpo no es así accidental como en Platón sino que adquiere
un carácter personal: cada ser humano posee su propia alma que es puramente
espiritual, sin nada de materia, y constituye la intimidad misma de la persona.
La
noción de persona distingue al
individuo propiamente humano del resto de los seres individuales. Cada ser
humano no es sólo un individuo sino también una persona porque está dotado de
racionalidad y voluntad libre y autónoma por lo que pueden establecer entre sí
una comunicación personal y ser responsables de sus actos.
Desde
esta perspectiva, el alma humana sigue siendo vida, pero una vida superior a la
meramente biológica. Es un conjunto de experiencias que engloba la
subjetividad, la personalidad, la conciencia de sí y la trascendencia. Es la
persona entera, el compuesto de alma y cuerpo, no solo el ama, la que alcanza
la inmortalidad, ya que mediante la contemplación de Dios, el cuerpo material
puede transformarse en “cuerpo glorioso”.
Los
filósofos medievales distinguen tres funciones del alma: memoria, entendimiento
y voluntad: cada persona tiene sus propias experiencias, sus propios
pensamientos y razonamientos y toma libremente sus propias decisiones.
I.
Planteamiento moderno: mente y cuerpo
1. El
dualismo sustancial de Descartes
A comienzos del siglo XVII, la obra de Galileo y Descartes ponen los cimientos de la ciencia y la filosofía
modernas. Por un lado, la nueva ciencia de Galileo exigía la utilización de un
método de investigación experimental para la explicación de los fenómenos físicos;
por otro, la nueva filosofía de Descartes quiere sentar las bases de un
pensamiento racional autónomo de las ideas religiosas, capaz por sí solo de
descubrir certezas. Se produce a partir de entonces en todas las esferas del
conocimiento un cambio radical de perspectiva respecto a las cuestiones que se
habían planteado desde Platón y Aristóteles. En lo que respecta al problema que
estamos examinando, la filosofía de Descartes supone la disolución del
planteamiento antiguo del problema como problema de la relación entre el alma y
el cuerpo en un Cosmos teleológico, y la emergencia de un nuevo planteamiento
del problema como problema de la relación entre la mente y el cuerpo en un
Cosmos mecanicista.
La nueva
ciencia de Galileo tiene como consecuencia una nueva concepción de la Naturaleza que desplaza la antigua
concepción teleológica del Cosmos, sustituyéndola por una concepción mecanicista, en la que la cuestión de
los fines queda totalmente relegada. El Cosmos es concebido como un mecanismo
de fuerzas en el que los cuerpos se influyen recíprocamente según leyes
puramente mecánicas. Es posible conocer matemáticamente las leyes que producen
los fenómenos naturales, sin necesidad de plantearse la cuestión de la
finalidad última de tales fenómenos. La concepción teleológica exigía elaborar
teorías generales que explicaran la totalidad del universo. La concepción
mecanicista se limita a elaborar teorías particulares de un conjunto limitado
de fenómenos.
En el marco de esta concepción
mecanicista del Cosmos, Descartes elimina la noción clásica del alma como principio
de vida y movimiento, estableciendo una
distinción radical entre el alma y el cuerpo. El alma es puro pensamiento pero
carece de extensión. Los cuerpos son extensos y se rigen por causas puramente
mecánicas pero son incapaces por completo de pensar. Alma y cuerpo son dos
sustancias de naturaleza totalmente distinta y se encuentran separados. No hay
ya un alma vegetativa o sensitiva que posibilite y regule las funciones de los
seres vivos y los dirija hacia un determinado fin, sino que son puros mecanismos
cuyo funcionamiento es posible explicar mediante leyes mecánicas. El alma es
algo totalmente diverso: una mente pensante que no se rige por leyes mecánicas
sino por leyes lógicas innatas.
El dualismo sustancial de Descartes
tiene importantes consecuencias:
1)
Hace
posible una explicación mecanicista del Cosmos, independiente por completo de
la religión. La regularidad mecánica de los fenómenos naturales hace posible su
conocimiento científico.
2)
Afirma
la total libertad del pensamiento humano, ya que al ser la mente una sustancia
totalmente distinta del cuerpo, no está sometida a las leyes mecánicas.
3)
Se
hacía posible el estudio autónomo de la mente humana, y la introspección es el único acceso posible a los contenidos de la
conciencia.
Pero
la separación radical entre mente y cuerpo que hacía posible la nueva ciencia
introducía un problema de difícil solución: si alma y cuerpo son dos sustancias
enteramente distintas, ¿Cómo las
afecciones del cuerpo pueden producir las ideas de la mente y cómo las ideas de
la mente pueden producir acciones del cuerpo?
El
problema de la relación entre la mente y el cuerpo sólo surge en los seres
humanos, ya que, según Descartes, la
única evidencia de que algo tiene mente es la posesión de lenguaje, por lo que
ni los animales ni las máquinas tienen mente.
martes, 12 de marzo de 2013
Relación alma y cuerpo a través del tiempo I
Relación alma y cuerpo a través del tiempo
I. Planteamiento antiguo: alma y cuerpo
La noción de alma aparece en estadios muy antiguos del pensamiento humano y puede encontrarse de un modo u otro en todas las culturas. El enterramiento del cadáver acompañado de alguno de sus objetos y los ritos funerarios, que aparece ya en el Hombre de Neanderthals, muestran los primeros signos de algún tipo de creencias relacionadas con la muerte y la inmortalidad.
En términos muy generales el alma o espíritu es considerada como un principio de vida interno que reside en todos los organismos vivos y que posibilita y regula tanto sus funciones fisiológicas como mentales.
1. Pueblos primitivos
La concepción que tienen del alma los pueblos primitivos, y que aun puede encontrarse en algunas sociedades primitivas contemporáneas, forma parte de su noción pre-científica del universo, según la cual todos los fenómenos naturales están producidos también por la acción de espíritus. Aquellas creencias religiosas que consideran a todos los fenómenos de la naturaleza como dotados de un alma y, por tanto, con un comportamiento semejante al humano, es decir, dotados de vida, sentimiento y voluntad propios, se conocen con el nombre de animismo.
Las almas actúan sobre los cuerpos y existen independientemente por lo que pueden separarse de ellos. Esta separación puede ser temporal, como ocurriría en los sueños, la enfermedad o en los estados de trance ritual y posesión, o ser definitiva, produciendo la muerte. El alma es concebida en la mayoría de los casos como el soplo o aliento que posibilita la respiración y también como una especie de fuego o calor vital que se extingue en el momento de la muerte. En otras culturas el alma es considerada como la sombra o doble del cuerpo.
Según las distintas culturas y religiones, el alma separada puede trasladarse a otro mundo, encarnarse en otro cuerpo, fundirse en el seno de un Alma cósmica superior e incluso extinguirse y desaparecer. También se suele considerar una pluralidad de almas con distintas funciones (conocimiento, emociones, etc.) coexistiendo en el mismo cuerpo.
2. Religiones orientales
La idea de alma ocupa un lugar central en las religiones orientales. El hinduismo consideraba el alma individual (atmán) como el principio que controla todas las actividades y que forma parte de un alma universal (Brahma) a la que aspira volver a integrarse al cabo de un ciclo de reencarnaciones en distintos seres, tratando de alcanzar la purificación y el conocimiento necesarios para ello.
El budismo, en cambio, niega la existencia de un alma individual permanente o atmán. La persona no es sino la combinación temporal de cinco realidades distintas que están en cambio permanente: el cuerpo, los sentimientos, las percepciones, la predisposición ante las cosas y la conciencia. No puede hablarse de la persona como de una unidad permanente ya que sus elementos constitutivos están en continuo cambio; tampoco hay ningún alma personal que sobreviva a la muerte aunque el modo de vida y el conocimiento alcanzado durante una encarnación determina el carácter de la reencarnación siguiente en una nueva vida. El deseo de placer, poder y riquezas, de bienes individuales, en suma, genera una energía o karma que mantiene al individuo atada a la Rueda de la Vida (ciclo de reencarnaciones), pues se ve contaminado por toda clase de impurezas (la codicia, el odio, la ignorancia) que son el origen de su infelicidad. El budista aspira alcanzar, mediante la supresión del deseo, un estado de conciencia o iluminación (nirvana), que le libere de todas las impurezas que conlleva la existencia, para poder salir de la Rueda de la Vida, anonadándose en el Todo.
De este modo, las dos filosofías orientales más importantes defienden concepciones contrapuestas acerca del alma. Mientras el hinduismo afirma la existencia de un alma sustancial (atmán), para el budismo no hay ningún alma sustancial permanente sino un flujo continuo de estados de conciencia.
3. Pensamiento griego
Podemos encontrar en las obras de Homero y Hesíodo las más antiguas creencias de los griegos sobre el alma humana. El alma (psique) aparece como un aliento que mantiene la vida del cuerpo inanimado (soma) y que le abandona cuando el ser humano muere o está moribundo o desmayado. Pero aparte de esta función puramente vital no parece tener ninguna otra. También en los sueños se desprende temporalmente del cuerpo y realiza efectivamente las acciones que en él aparecen, puesto que para los griegos el contenido de los sueños se corresponde a algo real y no imaginario.
Cuando sucede la muerte del ser humano, el alma escapa por la boca o las heridas y va al Hades como una sombra o imagen reconocible, ya que mantiene las características físicas y morales que se construyen durante la vida. Sin embargo no alcanza propiamente una vida inmortal porque separada del cuerpo carece del vigor necesario y lleva una existencia lánguida y tenue. Por su falta de corporeidad tampoco puede actuar sobre el mundo físico. La verdadera vida solo es posible cuando el alma y cuerpo están unidos y el alma en el Hades es algo así como el recuerdo inmaterial del individuo que existió.
En el siglo VI a. C. aparecen los primeros planteamientos filosóficos sobre el alma, que son más bien una racionalización de las ideas religiosas y mitológicas que hemos descrito. Los primeros filósofos griegos concebían que todo aquello que está dotado de vida, está regido por un alma en la que reside el principio que las lleva a nacer, desarrollarse y morir. Este alma es concebida como de naturaleza material, si bien de una materia distinta y más sutil que la que constituye los cuerpos. El planteamiento de estos primeros filósofos es monista: alma y cuerpo no son de naturaleza radicalmente diferente sino manifestaciones distintas de la sustancia única que constituye la totalidad de las cosas (arqué). El alma sigue siendo principio vital pero también la causa de todos los movimientos y cambios que se producen en el ser vivo (nacimiento, crecimiento, etc.).
Al mismo tiempo se introducen en Grecia las ideas religiosas del orfismo, que plantean una concepción dualista del ser humano: el alma que anima el cuerpo es de origen divino y eterna: preexiste al cuerpo, entra dentro de él y lo vivifica y sigue existiendo después de la muerte y la corrupción del cuerpo. El cuerpo es concebido, así, como una suerte de cárcel del alma, y es tarea del ser humano liberar su alma por medio de ritos de purificación. Mientras no alcanza esta purificación, el alma se ve obligada a transmigrar de unos cuerpos a otros.
Estas ideas fueron acogidas por los filósofos pitagóricos, quienes vieron en el alma la causa de la armonía de los constitutivos materiales de las cosas. Si el Cosmos está ordenado es en virtud de un Alma del Mundo que produce la estructura y la proporción entre sus partes. También en el ser humano el alma es lo que produce la armonía del cuerpo (salud, vigor, etc.). Consideraron que toda armonía es de naturaleza matemática ya que pueden expresarse por medio de relaciones numéricas cualquier tipo de realidad como el movimiento de los planetas, las figuras geométricas, las melodías musicales, etc.
Los pitagóricos a su vez, ejercieron una importante influencia sobre la concepción filosófica del alma de Platón, para quien alma y cuerpo son de naturaleza totalmente distinta. De hecho, pertenecen a dos mundos distintos y separados: el cuerpo pertenece al Mundo sensible sujeto a cambio y corrupción, mientras el alma pertenece al Mundo divino de las ideas que no cambia. También Platón considera al alma como de naturaleza material, si bien de una materia distinta y más pura que la que constituye los cuerpos del mundo sensible: su materia es la misma que la de las ideas. Los griegos no podían considerar algo como realmente existente si no está compuesto de algún tipo de materia.
El alma es principio de vida y movimiento del cuerpo, pero totalmente independiente de él; aspira a liberarse del cuerpo para regresar a su origen divino, para lo cual debe purificarse de su contacto con el Mundo sensible. Esta liberación no se realiza mediante ritos de purificación como en el orfismo y el pitagorismo, sino alcanzando la sabiduría. Aparece así una nueva dimensión del alma como principio de conocimiento.
En el mundo de las ideas, de donde el alma proviene, se contienen los objetos propios del conocimiento racional (ideas) de los que las cosas del Mundo sensible no son sino sombras, reflejos o imágenes. A través del cuerpo el ser humano conoce la multiplicidad cambiante de las cosas particulares por lo que el conocimiento sensible es siempre un conocimiento de rango inferior (opinión). El verdadero conocimiento (ciencia) consiste en la contemplación de las ideas; esto es, los modelos a partir de los cuales han surgido todas las cosas del mundo sensible. Pero este conocimiento no se efectúa con los ojos del cuerpo sino con los ojos del alma. El alma conoció estos modelos ideales cuando estaba separada y contiene dentro de sí este conocimiento, pero al unirse al cuerpo se produce el olvido y es necesaria la aparición sensible de las cosas para que el alma recuerde las ideas.
Platón distingue tres partes del alma con funciones distintas: la parte concupiscible es la sede de los apetitos y deseos, la parte irascible es la sede de las pasiones nobles como el valor y la parte inteligible es la sede de la razón. Las dos primeras partes están ligadas al cuerpo, rigen sus funciones y perecen con él, siendo la parte inteligible la única separable del cuerpo y la que debe guiar y dominar sobre las otras dos, evitando sus excesos, y la que conduce al hombre a alcanzar la sabiduría, en la que radica la verdadera felicidad. Aristóteles, discípulo de Platón, enmarca el estudio del alma dentro del estudio general de los seres vivos. Por primera vez, la psicología aparece como parte de la fisiología (parte de la biología que estudia los procesos físico-químicos que se desarrollan en los seres vivos). Todos los seres vivos tienen en sí un principio vital o alma que regula todas sus funciones vitales. Aristóteles elimina el dualismo entre Mundo sensible y Mundo de las ideas de Platón, sustituyéndolo por un dualismo entre materia y forma.
La materia es pura indeterminación (potencia: puede ser esto o aquello) que necesita ser determinada por una forma (acto: determina que algo sea lo que es). Todo lo que existe está compuesto necesariamente de una materia que adopta una determinada forma. En los seres vivos el cuerpo es materia y el alma es la forma del cuerpo. No pueden darse el uno sin la otra, pero es en el alma donde residen las funciones vitales y es la causa y el principio de las actividades del cuerpo. El alma no es eterna ya que, estando ligada necesariamente al cuerpo, perece con él.
Aristóteles considera que hay tres tipos distintos de alma, cada uno de los cuales corresponde a una clase de seres vivos: así, las plantas tienen un alma vegetativa, que rige la nutrición, la generación y el crecimiento; los animales tienen un alma sensitiva, que añade a las funciones del alma vegetativa la sensibilidad y el movimiento; por último, el ser humano dispone de alma racional que añade a las anteriores el pensamiento y el razonamiento. Como Platón, el alma es principio de vida y movimiento y principio de conocimiento.
La noción griega del alma está relacionada con su concepción teleológica del Cosmos, según la cual la materia es eterna e indestructible y todos los cambios que se producen están regidos por una fuerza interior (physis) que hace surgir las cosas, crecer, desarrollarse y reproducirse hacia un fin determinado que es, a su vez, el origen de todas las cosas y de todo movimiento. En Platón este fin último es la Idea de Bien, de la cual han surgido el resto de las ideas, del que las cosas no son sino copias o imágenes y que es la fuente de la que procede la armonía del cosmos. En Aristóteles, el fin último es el Primer Motor, origen de todo movimiento, incluido el que produce la mezcla de elementos (tierra, aire, agua y fuego) que forman todas las cosas; este Primer Motor es inmóvil y mueve todo lo demás hacia sí mismo.
Mientras en Platón es afirmada expresamente la inmortalidad del alma, en Aristóteles hay solo una oscura mención a la posible eternidad de una Inteligencia Cósmica, que sería única para todos los seres humanos. Pero no encontramos ni siquiera en Platón la idea de inmortalidad personal. El alma se individualiza al encarnarse en un cuerpo pero no tiene carácter personal. Separadas de los cuerpos todas las almas son iguales. Al encarnarse en un nuevo cuerpo adquieren una nueva individualidad. Aunque el alma sea inmortal el individuo no lo es, porque el alma está en el individuo pero no le pertenece sino que es algo ajeno.
I. Planteamiento antiguo: alma y cuerpo
La noción de alma aparece en estadios muy antiguos del pensamiento humano y puede encontrarse de un modo u otro en todas las culturas. El enterramiento del cadáver acompañado de alguno de sus objetos y los ritos funerarios, que aparece ya en el Hombre de Neanderthals, muestran los primeros signos de algún tipo de creencias relacionadas con la muerte y la inmortalidad.
En términos muy generales el alma o espíritu es considerada como un principio de vida interno que reside en todos los organismos vivos y que posibilita y regula tanto sus funciones fisiológicas como mentales.
1. Pueblos primitivos
La concepción que tienen del alma los pueblos primitivos, y que aun puede encontrarse en algunas sociedades primitivas contemporáneas, forma parte de su noción pre-científica del universo, según la cual todos los fenómenos naturales están producidos también por la acción de espíritus. Aquellas creencias religiosas que consideran a todos los fenómenos de la naturaleza como dotados de un alma y, por tanto, con un comportamiento semejante al humano, es decir, dotados de vida, sentimiento y voluntad propios, se conocen con el nombre de animismo.
Las almas actúan sobre los cuerpos y existen independientemente por lo que pueden separarse de ellos. Esta separación puede ser temporal, como ocurriría en los sueños, la enfermedad o en los estados de trance ritual y posesión, o ser definitiva, produciendo la muerte. El alma es concebida en la mayoría de los casos como el soplo o aliento que posibilita la respiración y también como una especie de fuego o calor vital que se extingue en el momento de la muerte. En otras culturas el alma es considerada como la sombra o doble del cuerpo.
Según las distintas culturas y religiones, el alma separada puede trasladarse a otro mundo, encarnarse en otro cuerpo, fundirse en el seno de un Alma cósmica superior e incluso extinguirse y desaparecer. También se suele considerar una pluralidad de almas con distintas funciones (conocimiento, emociones, etc.) coexistiendo en el mismo cuerpo.
2. Religiones orientales
La idea de alma ocupa un lugar central en las religiones orientales. El hinduismo consideraba el alma individual (atmán) como el principio que controla todas las actividades y que forma parte de un alma universal (Brahma) a la que aspira volver a integrarse al cabo de un ciclo de reencarnaciones en distintos seres, tratando de alcanzar la purificación y el conocimiento necesarios para ello.
El budismo, en cambio, niega la existencia de un alma individual permanente o atmán. La persona no es sino la combinación temporal de cinco realidades distintas que están en cambio permanente: el cuerpo, los sentimientos, las percepciones, la predisposición ante las cosas y la conciencia. No puede hablarse de la persona como de una unidad permanente ya que sus elementos constitutivos están en continuo cambio; tampoco hay ningún alma personal que sobreviva a la muerte aunque el modo de vida y el conocimiento alcanzado durante una encarnación determina el carácter de la reencarnación siguiente en una nueva vida. El deseo de placer, poder y riquezas, de bienes individuales, en suma, genera una energía o karma que mantiene al individuo atada a la Rueda de la Vida (ciclo de reencarnaciones), pues se ve contaminado por toda clase de impurezas (la codicia, el odio, la ignorancia) que son el origen de su infelicidad. El budista aspira alcanzar, mediante la supresión del deseo, un estado de conciencia o iluminación (nirvana), que le libere de todas las impurezas que conlleva la existencia, para poder salir de la Rueda de la Vida, anonadándose en el Todo.
De este modo, las dos filosofías orientales más importantes defienden concepciones contrapuestas acerca del alma. Mientras el hinduismo afirma la existencia de un alma sustancial (atmán), para el budismo no hay ningún alma sustancial permanente sino un flujo continuo de estados de conciencia.
3. Pensamiento griego
Podemos encontrar en las obras de Homero y Hesíodo las más antiguas creencias de los griegos sobre el alma humana. El alma (psique) aparece como un aliento que mantiene la vida del cuerpo inanimado (soma) y que le abandona cuando el ser humano muere o está moribundo o desmayado. Pero aparte de esta función puramente vital no parece tener ninguna otra. También en los sueños se desprende temporalmente del cuerpo y realiza efectivamente las acciones que en él aparecen, puesto que para los griegos el contenido de los sueños se corresponde a algo real y no imaginario.
Cuando sucede la muerte del ser humano, el alma escapa por la boca o las heridas y va al Hades como una sombra o imagen reconocible, ya que mantiene las características físicas y morales que se construyen durante la vida. Sin embargo no alcanza propiamente una vida inmortal porque separada del cuerpo carece del vigor necesario y lleva una existencia lánguida y tenue. Por su falta de corporeidad tampoco puede actuar sobre el mundo físico. La verdadera vida solo es posible cuando el alma y cuerpo están unidos y el alma en el Hades es algo así como el recuerdo inmaterial del individuo que existió.
En el siglo VI a. C. aparecen los primeros planteamientos filosóficos sobre el alma, que son más bien una racionalización de las ideas religiosas y mitológicas que hemos descrito. Los primeros filósofos griegos concebían que todo aquello que está dotado de vida, está regido por un alma en la que reside el principio que las lleva a nacer, desarrollarse y morir. Este alma es concebida como de naturaleza material, si bien de una materia distinta y más sutil que la que constituye los cuerpos. El planteamiento de estos primeros filósofos es monista: alma y cuerpo no son de naturaleza radicalmente diferente sino manifestaciones distintas de la sustancia única que constituye la totalidad de las cosas (arqué). El alma sigue siendo principio vital pero también la causa de todos los movimientos y cambios que se producen en el ser vivo (nacimiento, crecimiento, etc.).
Al mismo tiempo se introducen en Grecia las ideas religiosas del orfismo, que plantean una concepción dualista del ser humano: el alma que anima el cuerpo es de origen divino y eterna: preexiste al cuerpo, entra dentro de él y lo vivifica y sigue existiendo después de la muerte y la corrupción del cuerpo. El cuerpo es concebido, así, como una suerte de cárcel del alma, y es tarea del ser humano liberar su alma por medio de ritos de purificación. Mientras no alcanza esta purificación, el alma se ve obligada a transmigrar de unos cuerpos a otros.
Estas ideas fueron acogidas por los filósofos pitagóricos, quienes vieron en el alma la causa de la armonía de los constitutivos materiales de las cosas. Si el Cosmos está ordenado es en virtud de un Alma del Mundo que produce la estructura y la proporción entre sus partes. También en el ser humano el alma es lo que produce la armonía del cuerpo (salud, vigor, etc.). Consideraron que toda armonía es de naturaleza matemática ya que pueden expresarse por medio de relaciones numéricas cualquier tipo de realidad como el movimiento de los planetas, las figuras geométricas, las melodías musicales, etc.
Los pitagóricos a su vez, ejercieron una importante influencia sobre la concepción filosófica del alma de Platón, para quien alma y cuerpo son de naturaleza totalmente distinta. De hecho, pertenecen a dos mundos distintos y separados: el cuerpo pertenece al Mundo sensible sujeto a cambio y corrupción, mientras el alma pertenece al Mundo divino de las ideas que no cambia. También Platón considera al alma como de naturaleza material, si bien de una materia distinta y más pura que la que constituye los cuerpos del mundo sensible: su materia es la misma que la de las ideas. Los griegos no podían considerar algo como realmente existente si no está compuesto de algún tipo de materia.
El alma es principio de vida y movimiento del cuerpo, pero totalmente independiente de él; aspira a liberarse del cuerpo para regresar a su origen divino, para lo cual debe purificarse de su contacto con el Mundo sensible. Esta liberación no se realiza mediante ritos de purificación como en el orfismo y el pitagorismo, sino alcanzando la sabiduría. Aparece así una nueva dimensión del alma como principio de conocimiento.
En el mundo de las ideas, de donde el alma proviene, se contienen los objetos propios del conocimiento racional (ideas) de los que las cosas del Mundo sensible no son sino sombras, reflejos o imágenes. A través del cuerpo el ser humano conoce la multiplicidad cambiante de las cosas particulares por lo que el conocimiento sensible es siempre un conocimiento de rango inferior (opinión). El verdadero conocimiento (ciencia) consiste en la contemplación de las ideas; esto es, los modelos a partir de los cuales han surgido todas las cosas del mundo sensible. Pero este conocimiento no se efectúa con los ojos del cuerpo sino con los ojos del alma. El alma conoció estos modelos ideales cuando estaba separada y contiene dentro de sí este conocimiento, pero al unirse al cuerpo se produce el olvido y es necesaria la aparición sensible de las cosas para que el alma recuerde las ideas.
Platón distingue tres partes del alma con funciones distintas: la parte concupiscible es la sede de los apetitos y deseos, la parte irascible es la sede de las pasiones nobles como el valor y la parte inteligible es la sede de la razón. Las dos primeras partes están ligadas al cuerpo, rigen sus funciones y perecen con él, siendo la parte inteligible la única separable del cuerpo y la que debe guiar y dominar sobre las otras dos, evitando sus excesos, y la que conduce al hombre a alcanzar la sabiduría, en la que radica la verdadera felicidad. Aristóteles, discípulo de Platón, enmarca el estudio del alma dentro del estudio general de los seres vivos. Por primera vez, la psicología aparece como parte de la fisiología (parte de la biología que estudia los procesos físico-químicos que se desarrollan en los seres vivos). Todos los seres vivos tienen en sí un principio vital o alma que regula todas sus funciones vitales. Aristóteles elimina el dualismo entre Mundo sensible y Mundo de las ideas de Platón, sustituyéndolo por un dualismo entre materia y forma.
La materia es pura indeterminación (potencia: puede ser esto o aquello) que necesita ser determinada por una forma (acto: determina que algo sea lo que es). Todo lo que existe está compuesto necesariamente de una materia que adopta una determinada forma. En los seres vivos el cuerpo es materia y el alma es la forma del cuerpo. No pueden darse el uno sin la otra, pero es en el alma donde residen las funciones vitales y es la causa y el principio de las actividades del cuerpo. El alma no es eterna ya que, estando ligada necesariamente al cuerpo, perece con él.
Aristóteles considera que hay tres tipos distintos de alma, cada uno de los cuales corresponde a una clase de seres vivos: así, las plantas tienen un alma vegetativa, que rige la nutrición, la generación y el crecimiento; los animales tienen un alma sensitiva, que añade a las funciones del alma vegetativa la sensibilidad y el movimiento; por último, el ser humano dispone de alma racional que añade a las anteriores el pensamiento y el razonamiento. Como Platón, el alma es principio de vida y movimiento y principio de conocimiento.
La noción griega del alma está relacionada con su concepción teleológica del Cosmos, según la cual la materia es eterna e indestructible y todos los cambios que se producen están regidos por una fuerza interior (physis) que hace surgir las cosas, crecer, desarrollarse y reproducirse hacia un fin determinado que es, a su vez, el origen de todas las cosas y de todo movimiento. En Platón este fin último es la Idea de Bien, de la cual han surgido el resto de las ideas, del que las cosas no son sino copias o imágenes y que es la fuente de la que procede la armonía del cosmos. En Aristóteles, el fin último es el Primer Motor, origen de todo movimiento, incluido el que produce la mezcla de elementos (tierra, aire, agua y fuego) que forman todas las cosas; este Primer Motor es inmóvil y mueve todo lo demás hacia sí mismo.
Mientras en Platón es afirmada expresamente la inmortalidad del alma, en Aristóteles hay solo una oscura mención a la posible eternidad de una Inteligencia Cósmica, que sería única para todos los seres humanos. Pero no encontramos ni siquiera en Platón la idea de inmortalidad personal. El alma se individualiza al encarnarse en un cuerpo pero no tiene carácter personal. Separadas de los cuerpos todas las almas son iguales. Al encarnarse en un nuevo cuerpo adquieren una nueva individualidad. Aunque el alma sea inmortal el individuo no lo es, porque el alma está en el individuo pero no le pertenece sino que es algo ajeno.
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