El
psicoanálisis fue iniciado por Sigmund Freud entre fines del
s. XIX y comienzos
del s. XX.
Sigmund Freud (1856-1939), nace en Friburgo
o Freiberg, Moravia, y a los cuatro años se traslada con su familia a Viena,
donde reside hasta su exilio en 1936.
Seguramente muchos de ustedes conocen
términos teóricos propios del psicoanálisis, como ser: inconsciente,
sublimación, represión, superyó, histérica, neurosis y otros. Esto es así porque
el Psicoanálisis es una corriente muy difundida, por lo que algunos de sus
conceptos pasaron al uso cotidiano.
Como ya hemos visto anteriormente, según
Sigmund, su descubrimiento del inconsciente
es un duro golpe para la autoestima del ser humano. A partir de esto, se
derrumba la falsa ilusión de control sobre sus propios actos que tiene el
hombre. El inconsciente, como dimensión psíquica de todo sujeto humano, es el
verdadero motor de aquello que hacemos y somos.
Contexto de descubrimiento:
Freud proviene del campo de la medicina.
Esto lo ubica frente a problemas ajenos hasta ese momento para la psicología de
la época: la enfermedad y la cura. Experiencias vividas por el joven Freud son
cruciales en la elaboración de su teoría. Una de ellas ocurre en 1885 cuando va
a París a estudiar con Jean Martín Charcot, el famoso neurólogo francés.
Charcot sostiene que la histeria es una enfermedad real, que puede darse tanto
en hombres como en mujeres, que se desencadena por un proceso de asociación de
ideas y que existe cierta relación entre histeria y factores sexuales.
Breve historia de la histeria: derivado de la palabra
con que los griegos identificaban al útero, remite a una idea milenaria que
supone son los movimientos de este órgano por todo el cuerpo los que provocan
muchas perturbaciones. Durante siglos, esta teoría es la única vigente para dar
cuenta de los síntomas histéricos. En la época de Freud, los tratamientos para
la histeria eran: baños termales, masajes, curas de descanso, electroterapias,
pero ninguno daba resultado.
El otro hecho crucial en la vida de Freud, es la amistad que forja con
un médico de Viena llamado Joseph Breuer
(1842-1925), quien experimenta con una de sus pacientes un novedoso tratamiento
para curar la histeria. El método empleado es denominado por Breuer “hipnosis catártica” [1] .
Formulaciones propias de Freud: los niveles del psiquismo
humano
PRIMERA TÓPICA:
Hasta la época de
Freud, por una excesiva influencia de la filosofía, se consideraba al ser
humano exclusivamente racional y consciente. Por esta razón, quedaban sin
explicación muchas conductas que no responden a la razón. Freud descubrió la
existencia de distintos niveles del psiquismo, y particularmente el nivel de
“lo inconsciente”, a partir de lo cual formuló una primera teoría sobre la
estructura del “aparato psíquico “o primera tópica. Es bueno decir, que cuando
describamos los tres niveles del psiquismo que lo conforman, no estaremos,
nunca, definiendo cosas o lugares físicos. Lo correcto será siempre decir: los
tres niveles que constituyen el aparato psíquico son: lo inconsciente, lo preconsciente, lo consciente. Pero siempre recordando que el aparato psíquico de una
persona es una unidad total no una suma de partes. Ahora imaginemos una casa
constituida por: planta, subsuelo (o sótano) y segundo subsuelo. Esta figura es
útil para comprender gráficamente la estructura de la psiquis en niveles. Así:
Veamos ahora como
se caracteriza cada nivel, por una cuestión didáctica, vamos empezar por “lo
más profundo”.
Lo Inconsciente: el adjetivo inconsciente, se
usa a veces para designar todo aquello que no es conocido conscientemente, ni
está presente en la consciencia en el presente, o sea, en el momento de actuar.
En un sentido estricto, designa aquel sistema que está
constituido por ideas, aspiraciones y sentimientos no asumidos o reprimidos, y
que, por eso mismo no pueden acceder al sistema “consciente”, y quedan
marginados del dominio del sujeto.
Características del
inconsciente: es sede de:
- Impulsos innatos (genéticos o heredados).
- También, de la “tendencia fundamental de la vida” (deseos de vida) y de “tendencias” que se oponen a ello (deseos de muerte)- Eros y Tánatos respectivamente.
- De los deseos y recuerdos reprimidos[1], que en su momento no pudieron ser asumidos y elaborados dinámicamente.
- Todo esto, aunque inconsciente o desconocido: actúa en nuestra personalidad, choca con nuestro sistema consciente. Además, en su lucha por acceder a la conciencia, genera un conflicto, produciendo esas manifestaciones que llamamos “síntomas” (padecimientos de una u otra forma), que hacen presente a la vez que siguen ocultando, el verdadero origen (problema).
- Los deseos o impulsos inconscientes no tienen en cuenta la realidad, obedecen al principio de placer que busca la descarga inmediata de la tensión y la satisfacción que ésta provoca.
Este
es el mundo típico del niño que, experimentando una necesidad y la impotencia
por inmadurez para dar conductas alternativas, no puede lograr restringir su
deseo, ya sea de hambre, de sed, de dolor, o de cualquier otro contenido.
El
“principio de placer”, podría expresarse en la fórmula: “TODO – YA – PARA MÍ”
Salvando
el caso del comportamiento infantil, naturalmente justificado, este principio
de placer también actúa en las personas adultas.
- Otra característica del inconsciente es la “atemporalidad”.
- Por último, lo inconsciente dispone de un mecanismo de control riguroso sobre todos sus contenidos, para mantener alejados de la actividad “preconsciente-inconsciente” toda fuente de angustia que perturbaría su funcionamiento. Se lo denomina “censura”, y su función automática consiste en evitar el pasaje de todo recuerdo que parezca amenazante.
Preconsciente – Consciente:
Lo preconsciente: está
constituido por contenidos que sí podrán acceder voluntariamente a la
consciencia (contenidos latentes); a diferencia de lo inconsciente que, aunque
se lo proponga intensamente la persona, no puede ser traído al campo de la
consciencia. Son la memoria voluntaria, y son la base de procesos fundamentales
para la vida humana, como el conocimiento, la distinción, el juicio, la razón, etc.
Lo consciente: o conciencia, su
función más importante es captar y discernir la información del mundo interior
de la persona, y del mundo exterior, funcionando en razón del principio de realidad. Esto significa
que tratará de realizar las aspiraciones de la persona teniendo en cuenta todos
los elementos que concurren y no solamente el deseo como único patrón de
acción. Podríamos expresarlo con la siguiente fórmula: “LO POSIBLE – EN SU MOMENTO -
PARA NOSOTROS”.
Dicho principio de
realidad junto con el principio de placer, rigen toda la vida, en nuestro
proceso de personalización, y ninguno puede intentar anular al otro. El
principio de placer está en la raíz de nuestra motivación para vivir y crecer,
sería un error pensar que lo inconsciente es solo sede de “lo malo y
peligroso”, también es sede del anhelo profundo de vivir. Pero con el principio
de placer solo, no se puede alcanzar un objetivo, debe asumirlo armoniosamente
con el principio de realidad, puesto que como hemos visto, somos seres que
somos-en-relación: con el mundo material, con los otros seres humanos y con la
trascendencia.
La conciencia, la
posibilidad del hombre del conocimiento racional de la realidad, le permite al
ser humano no quedar atado al deseo inmediato del presente, esta última es la
condición de los animales que, por eso, siguen repitiendo sus conductas. Solo
el hombre se puede liberar de esta dependencia y proponerse metas.
PERO QUEDABAN CONDUCTAS SIN EXPLICACIÓN COHERENTE…algo ocurría con
relación a una “cierta fuente operadora” de las conductas, se trata de
comprender: quién y cómo selecciona las conductas, quién reprime determinado
deseo, quién lo desplaza, y cómo. ¿Cómo puede entenderse que dentro del mismo
individuo algo se desee, y algo reprima el deseo por creerlo peligroso?...
Estos planteos motivaron a Freud a profundizar la comprensión del aparato psíquico
SEGUNDA TÓPICA:
Las tres instancias operadoras: “Ello”, “Yo”, y “Superyo”
Buscando
explicaciones coherentes a las relaciones inconsciente-conscientes, llega a
formular la teoría conocida como segunda tópica constituida por tres instancias
operadoras:
El ello: es la instancia más
primitiva, cuando nacemos “somos puro ello”. Es inconsciente en su totalidad,
está sometido al principio del placer. Sus contenidos son expresión de impulsos,
se lo denomina con el pronombre neutro “ello” para dar cuenta de todo lo
impersonal y desconocido que es parte de nuestro ser. Es el gran reservorio de
energía psíquica y espiritual, que necesitamos aprender a gobernar. Esta
condición propia del ello, de ser puro deseo indiscriminado, origina
frustraciones y angustias que hay que lograr contener mediante una forma de
autoconducción, aquí aparece la segunda instancia:
El yo: si admitimos que
inicialmente la persona es puro ello, habría que admitir que esta instancia, el
yo, surge como una modificación del ello, precisamente, por captar el choque de
sus “deseos-impulsos” con la realidad, una porción de energía del ello se
“condensa y transforma” en una capacidad reguladora y operativa de adaptación
más elaborada y realista: el yo. Ocupa el campo del sistema
consciente-preconsciente, aunque también es parte del sistema inconsciente, de
donde obtiene su energía para actuar.
Su función se
comprende mejor si mencionamos antes la tercera instancia, que originalmente
representa las exigencias y prohibiciones paternas: el superyó. Ante los
deseos-impulsos del ello, actúan las normas y prohibiciones, entre ambos y la
realidad, actuara el “yo” como mediador, regulador, a fin de evitar el máximo
posible de frustraciones y lograr la mejor adaptación posible a la realidad.
El superyó: la función de esta
instancia se asemeja a la de un juez, que según su formación puede resultar muy
rígido o muy laxo, también se lo suele definir como conciencia moral. Se
origina a través de la internalización de las normas, preceptos y prohibiciones
que va experimentando la persona en el marco de las relaciones parentales, y
que son indispensables para su adaptación social. Igualmente tienen su
participación en la conformación del superyó los ideales y valores, tanto
personales como sociales. Esta instancia es constitutiva de la condición
humana. El superyó es en parte consciente y en parte inconsciente, sus
funciones básicas son: auto observación, conciencia normativa, enaltecimiento
de los ideales, influencia de la represión.
Una personalidad
armónica y creadora es aquella que dispone de un ello suficientemente rico, no
negado ni temido, sino asumido por un yo sólido, que actúa orientado por un
superyó capaz de normas claras, fundadas en valores bien comprendidos y
reconocidos.
El yo y la realidad, adaptación y mecanismos de
defensa:
Para el
psicoanálisis original, el yo es concebido como un intermediario entre la
realidad exterior y una interioridad del psiquismo que es básicamente una
dinámica de conflictos y tensiones. Entre esas tensiones figuran por un lado,
las tendencias pulsionales del ello, y los ideales morales que proyecta el
superyó. Frente a esta situación, el yo no está desamparado. El yo tiene entre
sus funciones la de poner en marcha mecanismos
de defensa: operaciones inconscientes
–sólo mediante análisis manifiestan su verdadera naturaleza – que el yo pone en
marcha para evitar la angustia o la frustración que la provoca el choque con
determinadas situaciones o hechos que reviven los conflictos internos, externos
o entre ambas zonas, podemos mencionar algunos: la negación, regresión,
desplazamiento, racionalización, proyección, sublimación, entre otros.
La situación edípica y la consolidación del superyó:
Entre los 3 y 5
años de edad, aproximadamente, se da una verdadera corriente de amor del hijo
varón hacia la madre, y de rivalidad con el padre. En forma inversa, en la niña,
de amor hacia el padre y de rivalidad con la madre. Esto no es ni extraño ni
anormal. Es un momento que requiere su adecuada resolución, que le permitirá un
aprendizaje fundamental como tantas otras situaciones de crisis. Esa situación
se resuelve cuando el niño, el varón, renuncia a sus deseos por la madre,
identificándose con la prohibición del padre de tomarla como su objeto de amor.
La resolución del complejo de Edipo es beneficiosa por:
- Separa al niño de la madre, a quien excluye para él (renuncia a la endogamia).
- Lo abre a un nuevo campo posible de elección fuera del familiar (apertura a la exogamia)
- Funda el modelo de identificación masculino para el niño, femenino para la niña.
De no darse la
resolución de la situación edípica no habría posibilidad que la persona:
- Saliera de la relación infantil con la madre.
- Consolidara el superyó y se identificara con su propia conciencia moral.
- Pusiera las bases para su independencia y su identidad personal.
- Y se preparase para una relación de amor posible y pleno.
La base de la
dificultad de amor adulto, maduro, debe buscarse normalmente, en una mala o
nunca vivida resolución de esta situación edípica.
Motivación de la conducta:
Un principio
fundamental del desarrollo científico, en todos los campos, es el que todos los
fenómenos están determinados, es decir que responden a una causalidad.
En Psicología, esto
tardó en introducirse, y aun mas en demostrarse debido a la complejidad de los
fenómenos psicológicos. Sigmund Freud es quien ha estudiado y demostrado el
carácter causal de los fenómenos psicológicos, de tal manera que la indagación
sobre los motivos de la conducta es uno de sus grandes aportes a la Psicología.
Pensar en la motivación de la conducta es estudiar el porqué. Cabe
aclarar que muchas veces se utilizan los términos causalidad y motivación como
equivalentes y en realidad no lo son.
Series complementarias:
Esta es la teoría de
la causalidad introducida por Freud. Con ellas estudió principalmente los
fenómenos comprendidos en la psicopatología, pero se aplican también a toda la
Psicología. En las series complementarias hay tres series de causas que no
actúan independientemente; en realidad, lo que actúa es la
resultante de su
interacción. La primera serie complementaria está dada por los factores hereditarios y congénitos, dentro de los factores
hereditarios se incluyen todos aquellos transmitidos por herencia, es decir, por los genes; en
los factores congénitos se incluyen todos aquellos que provienen del curso de
la vida intrauterina. La segunda serie complementaria está constituida por las experiencias
infantiles, que adquieren una importancia fundamental porque ocurren en una
época de formación de la personalidad, y por lo tanto, son decisivas. La
tercera serie complementaria está constituida por los factores
desencadenantes o actuales. Estos últimos actúan sobre el resultado de la
interacción entre la primera y la segunda serie complementaria, es decir sobre
la disposición.
La disposición es un
factor actual, igual que los factores desencadenantes. Los efectos pueden
reactuar, solamente, sobre estas dos últimas, es decir, modificando la
disposición y/o los factores desencadenantes; no pueden modificar el pasado (la
herencia y las experiencias infantiles) , pero si la gravitación de los mismos.
Las tres series
complementarias están siempre presentes en toda conducta (normal o patológica).
[1]Represión: operación por medio de la cual el sujeto intenta rechazar o mantener
en el inconsciente representaciones (pensamientos, imágenes, recuerdos) ligados
a una pulsión. La represión se produce en aquellos casos, en que la
satisfacción de una pulsión (susceptible de provocar por sí misma placer),
ofrecería el peligro de provocar displacer en virtud de otras exigencias.
[1] Catarsis: del griego katharsis: purificación. Exteriorización
de contenidos mentales vinculados a situaciones traumáticas relegadas al
inconsciente, con la que se liberan o descargan contenidos reprimidos.
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