martes, 4 de junio de 2013

Aproximación al Psicoanálisis de Sigmund Freud

Psicoanálisis
  El psicoanálisis fue iniciado por Sigmund Freud entre fines del
 s. XIX y comienzos del s. XX.
Sigmund Freud (1856-1939), nace en Friburgo o Freiberg, Moravia, y a los cuatro años se traslada con su familia a Viena, donde reside hasta su exilio en 1936.
Seguramente muchos de ustedes conocen términos teóricos propios del psicoanálisis, como ser: inconsciente, sublimación, represión, superyó, histérica, neurosis y otros. Esto es así porque el Psicoanálisis es una corriente muy difundida, por lo que algunos de sus conceptos pasaron al uso cotidiano.
Como ya hemos visto anteriormente, según Sigmund, su descubrimiento del inconsciente es un duro golpe para la autoestima del ser humano. A partir de esto, se derrumba la falsa ilusión de control sobre sus propios actos que tiene el hombre. El inconsciente, como dimensión psíquica de todo sujeto humano, es el verdadero motor de aquello que hacemos y somos.
Contexto de descubrimiento:

Freud proviene del campo de la medicina. Esto lo ubica frente a problemas ajenos hasta ese momento para la psicología de la época: la enfermedad y la cura. Experiencias vividas por el joven Freud son cruciales en la elaboración de su teoría. Una de ellas ocurre en 1885 cuando va a París a estudiar con Jean Martín Charcot, el famoso neurólogo francés. Charcot sostiene que la histeria es una enfermedad real, que puede darse tanto en hombres como en mujeres, que se desencadena por un proceso de asociación de ideas y que existe cierta relación entre histeria y factores sexuales.
Breve historia de la histeria: derivado de la palabra con que los griegos identificaban al útero, remite a una idea milenaria que supone son los movimientos de este órgano por todo el cuerpo los que provocan muchas perturbaciones. Durante siglos, esta teoría es la única vigente para dar cuenta de los síntomas histéricos. En la época de Freud, los tratamientos para la histeria eran: baños termales, masajes, curas de descanso, electroterapias, pero ninguno daba resultado.
El otro hecho crucial en la vida de Freud, es la amistad que forja con un médico de Viena llamado Joseph Breuer (1842-1925), quien experimenta con una de sus pacientes un novedoso tratamiento para curar la histeria. El método empleado es denominado por Breuer “hipnosis catártica” [1] .
Formulaciones propias de Freud: los niveles del psiquismo humano
 PRIMERA TÓPICA:
Hasta la época de Freud, por una excesiva influencia de la filosofía, se consideraba al ser humano exclusivamente racional y consciente. Por esta razón, quedaban sin explicación muchas conductas que no responden a la razón. Freud descubrió la existencia de distintos niveles del psiquismo, y particularmente el nivel de “lo inconsciente”, a partir de lo cual formuló una primera teoría sobre la estructura del “aparato psíquico “o primera tópica. Es bueno decir, que cuando describamos los tres niveles del psiquismo que lo conforman, no estaremos, nunca, definiendo cosas o lugares físicos. Lo correcto será siempre decir: los tres niveles que constituyen el aparato psíquico son: lo inconsciente, lo preconsciente, lo consciente. Pero siempre recordando que el aparato psíquico de una persona es una unidad total no una suma de partes. Ahora imaginemos una casa constituida por: planta, subsuelo (o sótano) y segundo subsuelo. Esta figura es útil para comprender gráficamente la estructura de la psiquis en niveles. Así:
 Veamos ahora como se caracteriza cada nivel, por una cuestión didáctica, vamos empezar por “lo más profundo”.
Lo Inconsciente: el adjetivo inconsciente, se usa a veces para designar todo aquello que no es conocido conscientemente, ni está presente en la consciencia en el presente, o sea, en el momento de actuar.

En un sentido estricto, designa aquel sistema que está constituido por ideas, aspiraciones y sentimientos no asumidos o reprimidos, y que, por eso mismo no pueden acceder al sistema “consciente”, y quedan marginados del dominio del sujeto.

Características del inconsciente: es sede de:
  • Impulsos innatos (genéticos o heredados).
  • También, de la “tendencia fundamental de la vida” (deseos de vida) y de “tendencias” que se oponen a ello (deseos de muerte)- Eros y Tánatos respectivamente.
  • De los deseos y recuerdos reprimidos[1], que en su momento no pudieron ser asumidos y elaborados dinámicamente.
  • Todo esto, aunque inconsciente o desconocido: actúa en nuestra personalidad, choca con nuestro sistema consciente. Además, en su lucha por acceder a la conciencia, genera un conflicto, produciendo esas manifestaciones que llamamos “síntomas” (padecimientos de una u otra forma), que hacen presente a la vez que siguen ocultando, el verdadero origen (problema).
  • Los deseos o impulsos inconscientes no tienen en cuenta la realidad, obedecen al principio de placer que busca la descarga inmediata de la tensión y la satisfacción que ésta provoca.
Este es el mundo típico del niño que, experimentando una necesidad y la impotencia por inmadurez para dar conductas alternativas, no puede lograr restringir su deseo, ya sea de hambre, de sed, de dolor, o de cualquier otro contenido.
El “principio de placer”, podría expresarse en la fórmula: “TODO – YA – PARA MÍ”
Salvando el caso del comportamiento infantil, naturalmente justificado, este principio de placer también actúa en las personas adultas.
  • Otra característica del inconsciente es la “atemporalidad”.
  • Por último, lo inconsciente dispone de un mecanismo de control riguroso sobre todos sus contenidos, para mantener alejados de la actividad “preconsciente-inconsciente” toda fuente de angustia que perturbaría su funcionamiento. Se lo denomina “censura”, y su función automática consiste en evitar el pasaje de todo recuerdo que parezca amenazante.
Preconsciente – Consciente:
Lo preconsciente: está constituido por contenidos que sí podrán acceder voluntariamente a la consciencia (contenidos latentes); a diferencia de lo inconsciente que, aunque se lo proponga intensamente la persona, no puede ser traído al campo de la consciencia. Son la memoria voluntaria, y son la base de procesos fundamentales para la vida humana, como el conocimiento, la distinción, el juicio, la razón, etc.
Lo consciente: o conciencia, su función más importante es captar y discernir la información del mundo interior de la persona, y del mundo exterior, funcionando en razón del principio de realidad. Esto significa que tratará de realizar las aspiraciones de la persona teniendo en cuenta todos los elementos que concurren y no solamente el deseo como único patrón de acción. Podríamos expresarlo con la siguiente fórmula: “LO POSIBLE – EN SU MOMENTO  - PARA NOSOTROS”.
Dicho principio de realidad junto con el principio de placer, rigen toda la vida, en nuestro proceso de personalización, y ninguno puede intentar anular al otro. El principio de placer está en la raíz de nuestra motivación para vivir y crecer, sería un error pensar que lo inconsciente es solo sede de “lo malo y peligroso”, también es sede del anhelo profundo de vivir. Pero con el principio de placer solo, no se puede alcanzar un objetivo, debe asumirlo armoniosamente con el principio de realidad, puesto que como hemos visto, somos seres que somos-en-relación: con el mundo material, con los otros seres humanos y con la trascendencia.
La conciencia, la posibilidad del hombre del conocimiento racional de la realidad, le permite al ser humano no quedar atado al deseo inmediato del presente, esta última es la condición de los animales que, por eso, siguen repitiendo sus conductas. Solo el hombre se puede liberar de esta dependencia y proponerse metas.

PERO QUEDABAN CONDUCTAS SIN EXPLICACIÓN COHERENTE…algo ocurría con relación a una “cierta fuente operadora” de las conductas, se trata de comprender: quién y cómo selecciona las conductas, quién reprime determinado deseo, quién lo desplaza, y cómo. ¿Cómo puede entenderse que dentro del mismo individuo algo se desee, y algo reprima el deseo por creerlo peligroso?...


Estos planteos motivaron a Freud a profundizar la comprensión del aparato psíquico
SEGUNDA TÓPICA:
Las tres instancias operadoras: “Ello”, “Yo”, y “Superyo”
Buscando explicaciones coherentes a las relaciones inconsciente-conscientes, llega a formular la teoría conocida como segunda tópica constituida por tres instancias operadoras:
El ello: es la instancia más primitiva, cuando nacemos “somos puro ello”. Es inconsciente en su totalidad, está sometido al principio del placer. Sus contenidos son expresión de impulsos, se lo denomina con el pronombre neutro “ello” para dar cuenta de todo lo impersonal y desconocido que es parte de nuestro ser. Es el gran reservorio de energía psíquica y espiritual, que necesitamos aprender a gobernar. Esta condición propia del ello, de ser puro deseo indiscriminado, origina frustraciones y angustias que hay que lograr contener mediante una forma de autoconducción, aquí aparece la segunda instancia:
El yo: si admitimos que inicialmente la persona es puro ello, habría que admitir que esta instancia, el yo, surge como una modificación del ello, precisamente, por captar el choque de sus “deseos-impulsos” con la realidad, una porción de energía del ello se “condensa y transforma” en una capacidad reguladora y operativa de adaptación más elaborada y realista: el yo. Ocupa el campo del sistema consciente-preconsciente, aunque también es parte del sistema inconsciente, de donde obtiene su energía para actuar.
Su función se comprende mejor si mencionamos antes la tercera instancia, que originalmente representa las exigencias y prohibiciones paternas: el superyó. Ante los deseos-impulsos del ello, actúan las normas y prohibiciones, entre ambos y la realidad, actuara el “yo” como mediador, regulador, a fin de evitar el máximo posible de frustraciones y lograr la mejor adaptación posible a la realidad.
El superyó: la función de esta instancia se asemeja a la de un juez, que según su formación puede resultar muy rígido o muy laxo, también se lo suele definir como conciencia moral. Se origina a través de la internalización de las normas, preceptos y prohibiciones que va experimentando la persona en el marco de las relaciones parentales, y que son indispensables para su adaptación social. Igualmente tienen su participación en la conformación del superyó los ideales y valores, tanto personales como sociales. Esta instancia es constitutiva de la condición humana. El superyó es en parte consciente y en parte inconsciente, sus funciones básicas son: auto observación, conciencia normativa, enaltecimiento de los ideales, influencia de la represión.
Una personalidad armónica y creadora es aquella que dispone de un ello suficientemente rico, no negado ni temido, sino asumido por un yo sólido, que actúa orientado por un superyó capaz de normas claras, fundadas en valores bien comprendidos y reconocidos.
El yo y la realidad, adaptación y mecanismos de defensa:
Para el psicoanálisis original, el yo es concebido como un intermediario entre la realidad exterior y una interioridad del psiquismo que es básicamente una dinámica de conflictos y tensiones. Entre esas tensiones figuran por un lado, las tendencias pulsionales del ello, y los ideales morales que proyecta el superyó. Frente a esta situación, el yo no está desamparado. El yo tiene entre sus funciones la de poner en marcha mecanismos de defensa: operaciones inconscientes –sólo mediante análisis manifiestan su verdadera naturaleza – que el yo pone en marcha para evitar la angustia o la frustración que la provoca el choque con determinadas situaciones o hechos que reviven los conflictos internos, externos o entre ambas zonas, podemos mencionar algunos: la negación, regresión, desplazamiento, racionalización, proyección, sublimación, entre otros.

La situación edípica y la consolidación del superyó:
Entre los 3 y 5 años de edad, aproximadamente, se da una verdadera corriente de amor del hijo varón hacia la madre, y de rivalidad con el padre. En forma inversa, en la niña, de amor hacia el padre y de rivalidad con la madre. Esto no es ni extraño ni anormal. Es un momento que requiere su adecuada resolución, que le permitirá un aprendizaje fundamental como tantas otras situaciones de crisis. Esa situación se resuelve cuando el niño, el varón, renuncia a sus deseos por la madre, identificándose con la prohibición del padre de tomarla como su objeto de amor. La resolución del complejo de Edipo es beneficiosa por:
  •  Separa al niño de la madre, a quien excluye para él (renuncia a la endogamia).
  •  Lo abre a un nuevo campo posible de elección fuera del familiar (apertura a la exogamia)
  • Funda el modelo de identificación masculino para el niño, femenino para la niña.

De no darse la resolución de la situación edípica no habría posibilidad que la persona:
  •  Saliera de la relación infantil con la madre.
  • Consolidara el superyó y se identificara con su propia conciencia moral.
  • Pusiera las bases para su independencia y su identidad personal.
  •  Y se preparase para una relación de amor posible y pleno.

La base de la dificultad de amor adulto, maduro, debe buscarse normalmente, en una mala o nunca vivida resolución de esta situación edípica.


Motivación de la conducta:

Un principio fundamental del desarrollo científico, en todos los campos, es el que todos los fenómenos están determinados, es decir que responden a una causalidad.
En Psicología, esto tardó en introducirse, y aun mas en demostrarse debido a la complejidad de los fenómenos psicológicos. Sigmund Freud es quien ha estudiado y demostrado el carácter causal de los fenómenos psicológicos, de tal manera que la indagación sobre los motivos de la conducta es uno de sus grandes aportes a la Psicología. Pensar en la motivación de la conducta es estudiar el porqué. Cabe aclarar que muchas veces se utilizan los términos causalidad y motivación como equivalentes y en realidad no lo son.

Series complementarias:
Esta es la teoría de la causalidad introducida por Freud. Con ellas estudió principalmente los fenómenos comprendidos en la psicopatología, pero se aplican también a toda la Psicología. En las series complementarias hay tres series de causas que no actúan independientemente; en realidad, lo que actúa es la
resultante de su interacción. La primera serie complementaria está dada por los factores  hereditarios  y congénitos, dentro de los factores hereditarios se incluyen todos aquellos transmitidos por herencia, es decir, por los genes; en los factores congénitos se incluyen todos aquellos que provienen del curso de la vida intrauterina. La segunda serie complementaria está constituida por las experiencias infantiles, que adquieren una importancia fundamental porque ocurren en una época de formación de la personalidad, y por lo tanto, son decisivas. La tercera serie complementaria está constituida por los factores desencadenantes o actuales. Estos últimos actúan sobre el resultado de la interacción entre la primera y la segunda serie complementaria, es decir sobre la disposición.
La disposición es un factor actual, igual que los factores desencadenantes. Los efectos pueden reactuar, solamente, sobre estas dos últimas, es decir, modificando la disposición y/o los factores desencadenantes; no pueden modificar el pasado (la herencia y las experiencias infantiles) , pero si la gravitación de los mismos.
Las tres series complementarias están siempre presentes en toda conducta (normal o patológica).






[1]Represión: operación por medio de la cual el sujeto intenta rechazar o mantener en el inconsciente representaciones (pensamientos, imágenes, recuerdos) ligados a una pulsión. La represión se produce en aquellos casos, en que la satisfacción de una pulsión (susceptible de provocar por sí misma placer), ofrecería el peligro de provocar displacer en virtud de otras exigencias.





                                 


[1] Catarsis: del griego katharsis: purificación. Exteriorización de contenidos mentales vinculados a situaciones traumáticas relegadas al inconsciente, con la que se liberan o descargan contenidos reprimidos.

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